Què diem quan diem "jo"?

I

¿Qué decimos cuando decimos “yo”?

II

Esta pregunta es tan antigua como la misma filosofía. Platón ya diferencia entre mi “yo” y todo aquello a lo que llamo “mío”. ¿Pero qué residuo queda tras eliminar de mí todo lo mío? Para algunas corrientes místicas, como el sufismo, por esta vía de la ascesis de lo mío no llegamos al “yo”, sino a la nada, que es la identidad de Dios. Por eso quien conoce místicamente Dios no pude decir de él nada.

III

San Juan de la Cruz:

Yo no supe dónde estaba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo
(…)
Y, si lo queréis oír,
Consiste esta suma ciencia,
En un subido sentir
De la divinal esencia;
Es obra de su clemencia
Hacer quedar no entendiendo,
Toda ciencia trascendiendo.”

IV

En uno de los evangelios apócrifos, conocido como el Evangelio de los egipcios (escrito hacia el 150) se lee: “el alma es difícil de encontrar y de comprender, pues no se queda quieta ni en una misma forma ni en una misma pasión, sino que siempre está cambiando"

V

Agustín: “De anima humana no parva quaestio est”.


VI

Lope de Vega:


Entro en mí mismo para verme, y dentro
hallo, ¡ay de mí!, con la razón postrada
una loca república alterada,
tanto que apenas los umbrales entro.

VII

Descartes creyó haber resuelto la cuestión del alma cuando con su famoso Cogio, ergo sum. El alma se identificaría con el pensamiento y de ella tendríamos un conocimiento directo (intuitivo), mientras que el conocimiento del cuerpo y todo lo extenso sería derivado. Pero lo que hace, en realidad, es abrir las compuertas de un mar de polémicas.


VIII

Locke (Ensayo sobre el entendimiento humano) plantea la identificación entre identidad personal y memoria y lanza esta pregunta al aire: ¿Qué ocurriría si la memoria de un príncipe fuera trasladada al cuerpo de un zapatero?

David Wiggins (Identity and Spatio-Tempral Continuity, 1967): Parte de la hipótesis de un cerebro dividido en dos partes y se pregunta: ¿Si pudiéramos transplantar cada hemisferio cerebral a un cuerpo diferente de forma que cada cuerpo aislado pudiera recordar el pasado del primer sujeto e incluso hacer anticipaciones de futuro, qué pasaría?

Derek Parfit: Imaginemos la posibilidad de realizar una copia exacta del contenido del cerebro “X” y teletransportarla a una réplica exacta de su cuerpo. Imaginemos ahora las siguientes posibilidades: (1) El cerebro y el cuerpo receptores son inmediatamente destruidos. En este caso, ¿ha sobrevivido X a su réplica o ha muerto? (2) ¿Si el donante fallece en un accidente, ha muerto o sobrevive en su réplica?

H. Putnam, (Reason, Truth and History, 1981): Introducimos hipotéticamente un cerebro con todas sus ramificaciones nerviosas en un baño nutriente capaz de mantenerlo vivo. ¿Tendría este cerebro la consideración de persona? Imaginemos que estimulamos adecuadamente cada terminación nerviosa hasta conseguirle la percepción mental de un mundo inexistente. De hecho le estaríamos proporcionando un cuerpo y un mundo externo. Este cerebro no sólo vería, también sabría que está viendo algo con sus propios ojos, se sonrojaría, empalidecería, sudaría…


IX

De esta manera desembocamos en el solipsismo. ¿Si todo nuestro conocimiento es, en última instancia, producto de nuestra mente, cómo podemos afirmar la existencia de algo exterior a nuestra mente?

Las fotografías son de Arno-Rafael Minkinnen
Gregorio Luri, Paradojas de la identidad personal, El Café de Ocata, 30/06/2006

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