Economia per a nens.
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“No es probable que muchos legos en la materia se opongan al
ministro de economía o a sus asesores. Si lo hicieran se les diría que
son cosas que no les incumben. La liturgia debe celebrarse en una lengua
oscura, que solo sea accesible para los iniciados. Para todos los
demás, basta la fe.” Tony Judt, Algo va mal.
Es sabido que el conocimiento y la información son una importante
fuente de poder, ya que en la medida en que un grupo o corporación
reserva el saber para sus miembros, adquiere una significativa
superioridad sobre el pueblo llano. Y para ello la oscuridad del
lenguaje constituye un instrumento privilegiado, utilizado desde siempre
por diversos colectivos. Frecuentemente esta oscuridad no se debe al
carácter complejo del tema sino al deseo de ocultar afirmaciones que
todos podrían entender bajo un velo de supuesta sabiduría que desalienta
a quien pretende penetrar en su significado. Los filósofos, entre
otros, somos especialistas en el manejo de una jerga cuya comprensión
está reservada a los iniciados y que no pocas veces oculta trivialidades
o afirmaciones de sentido común. (No pretendo generalizar, por
supuesto: sería imposible explicar la deducción de las categorías, la
física cuántica o la biología molecular en román paladino).
Pero los economistas superan a los filósofos en el arte de secuestrar
el idioma. Si alguien lo duda puede leer la letra pequeña de cualquier
documento bancario presentado a su firma. En estos casos, la intención
es más clara. ¿Hubieran firmado una hipoteca muchos ciudadanos si
hubieran advertido que si no pagan no solo podrían perder su casa sino
que quedarían con una deuda durante toda su vida? ¿Aceptaría un anciano
un depósito preferente si hubiera sabido que no podría sacar su dinero
cuando quisiera y que incluso podría perderlo? Sin embargo, esas
consecuencias podían deducirse del papel que firmaron, si en lugar del
lenguaje bancario hubiera estado escrito en castellano.
Y lo mismo sucede con las causas de esta crisis que lleva ya siete
años. Puede ser útil describir este proceso omitiendo toda referencia a
siglas ininteligibles, términos en inglés, fórmulas matemáticas, etc.,
porque limpiando el lenguaje de hojarasca técnica queda mucho más clara
la manipulación en la que han participado financieros y gobiernos para
que nos hagamos cargo nosotros de las tropelías que han cometido los
bancos y fondos de inversión de medio mundo. Propongo este ejemplo,
pidiendo disculpas por abusar del derecho que tenemos los que no somos
economistas a hablar sobre un tema que nos concierne:
A causa sobre todo de la desastrosa gestión de los créditos inmobiliarios que protagonizaron los bancos e inversionistas de Europa y Estados Unidos, los bancos y cajas necesitaban dinero urgentemente. El Banco Central Europeo les prestó ese dinero a un interés muy bajo (el 1% entonces, hoy un 0,05%) para que se recuperaran. Inmediatamente esos bancos prestaron ese mismo dinero al Estado a un interés mucho mayor (4%, 5%, 6%, 7% y más). De esta manera se recuperaron en parte los bancos privados españoles y así pudieron satisfacer sus deudas especialmente con la banca y las cajas de ahorro alemanas, porque tal fue el objetivo de esta generosidad del Banco Central Europeo. Teniendo en cuenta que el dinero del Banco Central Europeo es de todos los ciudadanos de Europa, el resultado ha sido que nos hemos prestado dinero a nosotros mismos, regalando el interés de esos préstamos a los Bancos, muchos de los cuales habían sido causantes de la crisis. Y de este modo los problemas que tenían los bancos pasaron a los Estados: las deudas privadas se nacionalizaron y nadie (salvo en Islandia) pidió responsabilidades a quienes habían puesto en peligro el sistema financiero. Antes bien, fueron recompensados evitando que se declararan en quiebra y ahora pueden enorgullecerse de que han pasado con nota el test de estrés al que los sometió la Unión Europea.
De manera que actualmente la deuda del Estado es casi igual a toda la
riqueza que somos capaces de producir (el producto interior bruto). Y
el déficit público muy alto (la diferencia entre lo que el Estado
ingresa y lo que gasta), como consecuencia precisamente de los elevados
intereses que se deben pagar por el regalo a los bancos. Para hacer
frente a esa deuda que en su origen era privada y ahora convertida en
pública, el Estado impone recortes en otros gastos, preferentemente en
los servicios sociales como sanidad, educación, atención a la
discapacidad, cooperación exterior, etc. Y para asegurar esos recortes
se reformó el artículo 135 de la Constitución estableciendo que el pago
de la deuda tiene prioridad sobre otras necesidades del gasto público
(la sanidad, la educación y la discapacidad, por ejemplo).
El resultado de todo esto es que las decisiones políticas que toman
los Estados en materia económica en adelante están supeditadas a las
posibilidades de pagar esa deuda. De modo que gracias a este proceso se
ha eliminado cualquier veleidad de supeditar la economía a la
democracia: la última palabra sobre muchas decisiones políticas la
tienen nuestros acreedores y ya no los parlamentos. Es decir, los mismos
que causaron la crisis. Y esos bancos así favorecidos encuentran mucho
más rentable y seguro utilizar el dinero que les hemos dado para
dedicarlo a la especulación y comprar deuda soberana que destinarlo a
créditos que reactiven la economía productiva.
Preguntas ingenuas (aunque confieso que malintencionadas): ¿por qué
el Banco Central Europeo no prestó ese dinero directamente a los Estados
o a través una Banca Pública (hoy inexistente), imponiendo, por
supuesto, condiciones razonables para su empleo y devolución? ¿Se
suponía que los bancos privados iban a hacer mejor uso de esos fondos,
después de la crisis que provocaron? ¿Tiene sentido que los ciudadanos
tengamos que poner nuestro dinero para pagar deudas que han contraído
los bancos y cajas privadas? ¿Por qué no se aprovecharon las crisis de
los Bancos privados para nacionalizarlos en todo o en parte en lugar de
entregarles dinero público? ¿Por qué sigue sin crearse una banca pública
que gestione los créditos según las necesidades reales de la economía
productiva? ¿Se sigue pensando que el desastre de la gestión pública de
muchas cajas de ahorro demuestra que cualquier otra gestión pública será
igualmente desastrosa? ¿Qué pensar entonces de la gestión privada de
Lehman Brothers y similares, que tuvieron consecuencias mucho más graves
que las de las cajas de ahorro?
La simplificación del lenguaje permite descubrir que detrás de
sofisticados tecnicismos se ocultan decisiones dirigidas hacia el
interés de quienes las toman, y no, como se nos pretende hacer creer,
leyes económicas tan inmutables como la ley de gravedad. Porque de eso
se trata: la oscuridad del lenguaje se utiliza para convencernos que
solo un grupo de especialistas es capaz de desentrañar los mecanismos
económicos que regulan nuestra vida social y que cualquier intento de
modificarlos es producto del populismo o la ignorancia. Ocultando que
las leyes de la economía tienen poco en común con las leyes de la
naturaleza: mientras estas últimas solo podemos descubrirlas, las leyes
económicas dependen en gran parte de nosotros.
Y lamento si todo lo anterior es ya sabido y este artículo no agrega nada nuevo. Por eso se dirige a los niños.
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