Quan el pin substitueix el jo.
Te cortan los brazos y las piernas, te trasplantan el hígado, el corazón
y los riñones, aunque te desguacen todo entero, mientras no te toquen
ese punto del cerebro donde radica la conciencia seguirás siendo tú y no
otro. El cerebro es una masa gelatinosa con un peso
aproximado de kilo y medio; está protegido por un casco y opera como
centro de control del resto del cuerpo, que a su vez solo es un
mecanismo articulado para sacar a pasear al cerebro hacia donde decida su deseo, al trabajo, al fútbol, a la iglesia, al baile. Hasta
ahora el cerebro no ha tenido rival. Ni el corazón ni el sexo, cuyo
prestigio es innegable, han conseguido disputarle la hegemonía, puesto
que en su masa encefálica residen el pensamiento, la memoria, las
emociones y el lenguaje. Así ha sido, al menos, desde el tiempo de los
primates, pero al viejo cerebro de toda la vida hoy le ha salido un
competidor, un cerebro nuevo que ya no es carbónico sino metálico, que
los humanos suelen llevar en el bolsillo, aunque ya se ha convertido en
carne de su carne. Este cerebro es cada día más complejo, con un
pensamiento propio, unas emociones peculiares, un lenguaje distinto, una
imborrable memoria. Las órdenes que el cuerpo recibe mediante impulsos
electrónicos parten ahora desde el bolsillo. El iPhone es el nuevo
centro de mando que obliga al viejo cerebro a pensar, sentir y
comunicarse según los nuevos instintos informáticos. Lo que antes se
llamaba el yo, ahora se llama el pin. Solo que antes el yo residía en el
fondo de la conciencia introspectiva y ahora el pin está manipulado a
distancia por fuerzas que ya no controlas. Hoy te pueden desguazar el
cuerpo por completo y mientras no te toquen el iPhone serás tu y no
otro, pero en este caso tendrán que dejarte al menos dos dedos para
pulsar el teclado.
Manuel Vicent, Doble mando, El País, 30/11/2014
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