Una de zombis.
La sugerente forma con la que Chalmers
plantea el problema duro de la conciencia va a tener una interesante
aplicación al problema del origen evolutivo de la misma. Supongamos que
la evolución (o los ingenieros de AI) diseñan una entidad, ya sea
orgánica o mecánica, que puede realizar las mismas funciones fenoménicas
que un ser humano pero sin tener ningún tipo de autoconciencia ni de
estados internos ni emociones o deseos (sin los famosos qualia). Esas
entidades serían capaces de resolver ecuaciones, escribir libros, o
cualquier otra acción de la que fuera capaz un humano, de tal modo que
pasarían el Test de Turing a todos los niveles. Chalmers adjetiva con
humor a estos seres como “zombis” recalcando la idea de que, a pesar de
que “parecieran humanos” en todas sus características, al no tener
subjetividad, estarían de algún modo “desalmados” como los zombis
hollywoodienses, habría algo tétrico, inhumano en ellos.
Si estos zombis fueran posibles se
plantearían una serie de dilemas filosóficos. En primer lugar, la idea
parece apuntar a un dualismo. Si los zombis son físicamente idénticos a
nosotros y pueden realizar nuestras mismas funciones, la única cosa que
nos diferencia de ellos es que tenemos estados internos, tenemos
subjetividad. Como somos físicamente idénticos, lo físico no puede
explicar lo mental o, como mínimo, lo mental no puede ser reducido a
físico. Los zombis serían nuestras tristes copias monistas, siendo el
ser humano un compuesto de materia y mente, dos sustancias diferentes.
Materia y mente quedan separadas en una vuelta al cartesianismo. Y en
segundo lugar, ¿qué sentido tendría el hecho de que tengamos
conciencia si una entidad sin ella podría realizar las mismas cosas y
con la misma efectividad que nosotros? ¿Por qué la evolución se
habría preocupado en generar conciencia cuando con sólo crear zombis
hubiera conseguido los mismos resultados? ¿No es la conciencia algo
redundante en términos evolutivos? Esta perspectiva podría constituir
una prueba de que la mente no es explicable desde la teoría darwiniana,
consecuencia lógica de lo anterior: la mente no se reduce a lo físico
como tampoco a lo biológico, ha de ser explicada desde otras instancias.
Ingenioso dilema si no fuera porque el
planteamiento de Chalmers es erróneo. Si los zombis fueran físicamente
exactamente iguales a los seres humanos
generarían necesariamente conciencia. Si la evolución o la AI
consiguieran hacer estructuras físicas idénticas a las humanas, tendrían
subjetividad exactamente igual que nosotros. Afirmar que un ser
físicamente igual que nosotros no tendría conciencia es como pensar que
diseñamos dos relojes despertadores idénticos, y uno suena y otro no, no
habiendo causa física para que el segundo no suene. La posibilidad de
los zombis nos haría aceptar que un sistema físico pierde “por arte de
magia” una de sus características.
Sin embargo, podría objetarse que sería
posible crear zombis que fueran funcionalmente idénticos a nosotros
aunque físicamente no lo fueran. Sólo haría falta que pudieran imitarnos
a la perfección en todo lo que hacemos de modo que pasaran el Test de
Turing a pesar de ser, por ejemplo, un manojo de chips de silicio. Es el
caso de los programas de ajedrez: no habría forma de saber si uno juega
contra un programa o contra un humano a pesar de que los mecanismos
psicológicos que utiliza el ser humano para planificar y realizar sus
jugadas no tienen nada que ver con los que hace la máquina (que realiza
millones de jugadas por segundo). Aceptando el caso de que pudiéramos
crear zombis funcionales para la totalidad de las características del
ser humano (es un hecho que lo hemos conseguido para muchas, pero quizá
improbable para todas) eso no implicaría que estuviéramos ante un ser
humano sino sólo ante una excelente copia cuya estructura es diferente.
Estos pseudohumanos podrían engañarnos en apariencia, pero si tuviésemos
acceso a su estructura comprobaríamos que no son realmente humanos, al
igual que cuando tenemos acceso al software de un programa de ajedrez
comprobamos que no estamos ante una mente humana. Y es que el argumento
de Chalmers cae en una petición de principio. En sus premisas ya se
esconde el dualismo al que parece llegarse en la conclusión. Al partir
del hecho de que unos zombis sin estados internos son físicamente
indistinguibles de los reales ya se está dando por supuesto el dualismo.
Precisamente, un zombi sin estados mentales sí sería físicamente
distinguible de un hombre si partimos de un monismo materialista o
fisicalista. A la postre, el dilema de los zombis no sirve ni para defender el dualismo ni el monismo, no sirve para nada.
Los desalmados zombis de Chalmers tan
fallidos como defensa del dualismo como pésimas son las películas de
George A. Romero (excepto para los amantes de la serie B). En cualquier
caso, si os encontrárais con alguno recordad que hay que dispararles a
la cabeza, si puede ser, con buenos argumentos. Yo habitualmente suelo
encontrarme con unos treinta por clase.
Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, ¿Cómo matar a un zombi?, La máquina de Von Neumann, 04/10/2010
Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, ¿Cómo matar a un zombi?, La máquina de Von Neumann, 04/10/2010
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