Comandament a distància.
forges |
Un signo de la modernidad es el aparato que, por antonomasia, opera,
gestiona, dirige o produce sin valerse de las manos. Ni tampoco de la
vigilancia presencial del director o del obrero. Las radiografías o las
laparoscopias, los aterrizajes o los bombardeos son obra de artefactos a
los que se les dirige a cientos o miles de kilómetros de distancia. El
espacio y su aventura puso de manifiesto hace más de medio siglo el
poder de los ingenios a distancia. Este poder, sin embargo, ahora ha
aterrizado hasta el mismo corazón de este mundo. Las manos y los brazos
sólo se mueven acaso a una distancia incalculable, O ni siquiera se
mueven y es sólo el pensamiento quien pone en marcha la acción. Esta
separación entre la cosa y el ser humano, entre la sensualidad de uno y
otro, empezó ya con las puertas con células fotoeléctricas. Puertas que
se abren y cierran automáticamente, sin necesidad de esfuerzo humano
alguno. Fin pues de la manivela y de su amable diseño antropomórfico.
Eliminación del producto inspirado en la figura de su creador humano.
Las invenciones más recientes poseen su propio sistema interno y al
margen del sistema interrelacional humano. Obedecen nuestras órdenes
pero han dejado de pertenecer a nuestro orden. Navegan, planean, se
comportan como absolutos complejos autónomos de los que progresivamente
vamos siendo borrados o reducidos como protagonistas de sus
edificaciones o sus estragos. Poco a poco el mundo pasa de nuestro lado a
su lado y nuestra vida se hallará o más disponible desprovista de
trabajo y de su importante condición.
Vicente Verdú, Control remoto, El Boomeran(g), 27/11/2014
Comentaris