Mestres de la sospita.
¡Los maestros de la sospecha (les
maîtres du soupçon)!: he aquí una expresión que ha hecho fortuna. En primer
lugar hay que reconocer el mérito de su creador: el filósofo francés Paul Ricœur (1913-2005). Bajo esta
expresión se encuentran tres eminentes pensadores contemporáneos: Karl Marx (1818-1883), Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Sigmund Freud (1856-1939). Tres figuras
que, de una manera decisiva, han tenido influencia en la cultura contemporánea
y sus diversas manifestaciones.
Hay pensadores que adquieren la categoría de acontecimiento porque tras
ellos la tarea de pensar se transforma radicalmente. Abren una discontinuidad
en la historia de las ideas de tal manera que es imposible pensar después de
ellos sin tener en cuenta sus aportaciones. Hacer metafísica después de Immanuel Kant, por ejemplo, obliga a
aceptar seriamente su crítica a toda posibilidad de dotar la metafísica de
estatuto científico. No es imposible construir metafísica después de la Crítica de la razón pura (1781), pero
toda metafísica que desee ser calificada de intelectualmente sostenible se las
ha de ver, para bien o para mal, con la obra de Kant.
Pensar la historia, Dios, el hombre o la libertad después de los maestros
de la sospecha es un ejercicio muy sugerente. Marx, Nietzsche y Freud hacen tambalear los pilares de la
civilización occidental, son los epicentros de un movimiento sísmico que
transforma sustancialmente el orden de las cosas. Nada podrá ser pensado como
antes. Ningún pensador que quiera ser fiel a las exigencias de la contemporaneidad
podrá eludir estos grandes interlocutores: la exigencia intelectual obliga a
afrontarlos, a repensarlos, a responder —con agudeza— a sus críticas. No
corresponde la enmienda a la totalidad; tampoco se puede prescindir de sus
obras. Nada de lo que ha ocurrido en el campo de las ideas durante el último
siglo puede entenderse al margen de los maestros de la sospecha.
La primera vez que el prestigioso pensador francés utilizó esta expresión
para referirse a la mencionada tríada fue en un artículo publicado en 1965: «El
psicoanálisis y el movimiento de la cultura contemporánea». Posteriormente,
retomó la misma expresión en su obra de 1969 El conflicto de las interpretaciones, que lleva como subtítulo Ensayos de hermenéutica. En el segundo
capítulo de este libro, que tiene como encabezamiento «Marx, Nietzsche y
Freud», Paul Ricœur también utiliza
la expresión para referirse a los tres filósofos. Desde entonces, esta
expresión ha sido objeto de incontables interpretaciones y se ha utilizado
mucho, tanto en el campo de la filosofía como en el de la teología. En
ocasiones, se ha ampliado el círculo a otros pensadores contemporáneos que
también han ejercido, con creces, la práctica de la sospecha.
Nos referimos, por ejemplo, a autores como Ludwig Feuerbach (1804-1872), a quien se lo podría considerar como
el padre de los maestros de la sospecha, ya que buena parte de las críticas que
articula la mencionada tríada ya están formuladas en su obra. El autor de La esencia del cristianismo (1841) nació
el año que murió Kant, y su obra fue
leída y estudiada especialmente por dos de los maestros de la sospecha: Marx y Nietzsche. A pesar de que los dos lo someten a una dura crítica,
deben mucho a Feuerbach y a su
visión materialista y sensualista del hombre y del mundo.
La sospecha teológica y la reducción de Dios a una pura construcción humana
están filosóficamente articuladas en la obra de Feuerbach. Sus críticas a la religión cristiana, a su dogmatismo y
a la moral que de ella se deriva también están formuladas en la obra de 1841, y
tanto en el prólogo de la primera edición como en el de la segunda (1843), el
autor es consciente de estar removiendo los fundamentos de la civilización
occidental. Otros después de él han intentado hacer lo mismo, pero ninguno de
ellos ha llegado a su excelencia ni a su calidad argumentativa.
Sin embargo, la expresión podría asimismo extenderse a otros maestros
pensadores de los siglos XIX y XX que, por uno u otro motivo, hayan destacado
en la mise en scène de la sospecha
filosófica. Una rica constelación de filósofos contemporáneos han cuestionado
los fundamentos de la visión tradicional del mundo, la cosmovisión occidental
que se ha forjado en una interacción dialéctica entre el universo griego
(Atenas) y el judeocristiano (Jerusalén).
En un sentido amplio, se podrían incluir dentro del mismo círculo a autores
como Søren Kierkegaard, Max Stirner, Franz Kafka, o bien Michel
Foucault y E. M. Cioran. Un
lugar preferente entre los maestros de la sospecha lo debería ocupar la figura
de Arthur Schopenhauer (1788-1860),
no solamente por su opción decididamente atea, sino también por su crítica a la
filosofía moderna de la historia y su visión esencialmente desencantada del
hombre, la cual entra en colisión con el antropocentrismo esperanzado de la
Modernidad. El mismo Thomas Mann
dedica un ensayo a Schopenhauer,
Nietzsche y Freud. Michel Foucault,
en cambio, se suma a la tesis de Ricœur
y elabora un ensayo dedicado a Nietzsche,
Freud y Marx.
La expresión maestros de la sospecha
se utiliza posteriormente en un sentido no exactamente idéntico al original; en
ocasiones, se va mucho más allá de la idea de Paul Ricœur. (…)
El más cercano a nosotros en el tiempo es Freud, que murió al comenzar la Segunda Guerra Mundial y que,
justamente por esto, no tuvo que sufrir el penoso destino de su pueblo. A pesar
de que Nietzsche falleció en el
umbral del siglo XX (15 de octubre de 1900), culturalmente ha estado más vivo
durante el siglo XX de lo que lo estuvo en el XIX. Karl Jaspers (1883-1969) afirma que los dos pensadores más influyentes
del último siglo han sido Kierkegaard
y Nietzsche.
La obra de Nietzsche ha generado
exploraciones hermenéuticas de signos muy distintos. Incluso se ha llegado a
decir que es el padre de la posmodernidad, expresión ciertamente vacía de
contenido, dado que aún no hay una noción clara de lo que esa representa. En
cualquier caso, la influencia de Freud
y de Nietzsche ha sido decisiva en
el siglo XX. La escritora de ascendencia rusa Lou Andreas Salomé conoció y amó a ambos, y en sus escritos deja
constancia de su genialidad. Temáticamente no están muy lejos. Son, en sentido
metafórico, coetáneos nuestros, y sus dudas, interrogantes y sospechas no
forman parte de un universo pretérito, sino que tienen plena validez en nuestra
situación histórica.
Paul Ricœur utiliza la expresión maestros de la sospecha para
referirse especialmente a las sospechas que introducen Marx, Nietzsche y Freud
en el terreno antropológico. Los tres alteran de manera significativa la visión
moderna del hombre defendida por Descartes,
Kant y Hegel. Llevan a cabo una crítica del sujeto, de la idea de hombre.
Como consecuencia de su crítica, el hombre se convierte en un ser esencialmente
problemático, un enigma para sí mismo que ya no tiene referentes sólidos para
definirse ni para marcar su singularidad en el mundo.
Como dice Max Scheler en el
prólogo de su obra El puesto del hombre
en el cosmos (1928), la idea de hombre se ha convertido en algo
problemático en el siglo XX debido a que las visiones tradicionales sobre las
cuales se construía han sido puestas en cuestión. El hombre culto occidental
tiene serias dificultades para encajar los tres ámbitos de influencia de su
cultura: la esfera griega, la esfera judeocristiana y la visión moderna del
hombre. Se encuentra en medio de un campo de batalla entre cosmovisiones
distintas y, en algunos aspectos, enfrentadas las unas con las otras. David García Bacca lo ha expresado de
otra manera y recuerda que el hombre ha pasado de ser un tema a ser un problema
en el siglo XX. Esta transición no es una casualidad histórica, sino el
resultado de una crítica radical a los antiguos planteamientos.
Según Ricœur, los maestros de la
sospecha cuestionan los fundamentos de la tradición occidental y, en
particular, los de la Modernidad filosófica representada clásicamente por el
cogito cartesiano. Inauguramos, así, la contemporaneidad. No tan solo quiebran
las convicciones de la Edad Media, sino que ponen en duda las pocas
convicciones de la Modernidad. Si la Modernidad ya suponía una práctica de la
sospecha respecto a las certidumbres medievales, la época contemporánea representa
un paso más allá en la crítica, una crítica a la crítica, una hipercrítica; en
definitiva, la culminación de la sospecha moderna iniciada en el Discurso del método de Descartes.
Marx, Nietzsche y Freud
muestran, cada uno dentro de su campo y según su propia metodología, que no hay
un sujeto fundador: el sujeto no es constituyente de sí mismo, sino el
resultado de fuerzas o de inercias que lo sobrepasan. El hombre deja de ser el
amo del mundo, la moral, la historia o la racionalidad, para convertirse en una
expresión de la historia o del inconsciente. La conciencia pierde su condición
de ideal regulador al perder su soberanía sobre el mundo y sobre sí misma. Es
la muerte de la autonomía moderna. Los tres llevan a cabo una disolución del
antropocentrismo moderno, de la misma manera que la Modernidad había
descompuesto el teocentrismo medieval.
En efecto, durante la época moderna, se parte de la idea de que el hombre
tiene autonomía, que es un sujeto capaz de posicionarse frente al mundo y de
actuar libremente, un ser con personalidad propia, dotado de una singularidad
en el cosmos. Es, en pocas palabras, el forjador de la historia. Los maestros
de la sospecha ponen en duda esta visión del hombre. Explican su naturaleza
aduciendo otras razones, y esa pretendida autonomía del hombre se disuelve en
la nada. El hombre ya no es el centro de la historia, sino el resultado
puramente mecánico de la dialéctica de la materia. El hombre ya no es el
soberano de su vida, sino una bestia impulsiva que ha sido reprimida por la
cultura. El hombre ya no es la cima de la creación, la culminación de todas las
entidades creadas, sino una transición (ein
Übergang), una cuerda colgando sobre el abismo, un ser que ha de superarse
y convertirse en superhombre (Übermensch).
Los maestros de la sospecha nos exigen reinterpretar al hombre, su relación
con el mundo, el sentido de su existencia. Ponen entre paréntesis las
formulaciones básicas de la antropología filosófica occidental. En
consecuencia, la hermenéutica cuyo objetivo central es pensar el destino del
sujeto a partir de la sospecha tendrá que revisar la cuestión del sentido en
tres esferas: la historia, la moral y el sentido último.
La expresión maestros de la sospecha
se ha emparentado con otros términos que también tienen una profunda
significación filosófica, como, por ejemplo, el vocablo deconstrucción. Colocar bajo sospecha significa, en parte, deconstruir, es decir, demoler lo que
estaba edificado: desmontar el discurso tradicional, pieza por pieza, para
obligar, posteriormente, a elaborar uno nuevo. El término deconstrucción, empleado primero por los gramáticos, es utilizado
especialmente por el filósofo francés Jacques
Derrida. Se trata de una traducción interpretativa de los términos Destruktion y Abbau utilizados por Martin
Heidegger en Ser y tiempo (1927),
con los cuales el filósofo alemán se refiere a la empresa de deconstrucción de
toda la historia de la ontología. (…)
No deberíamos sucumbir en una veneración idolátrica de estas figuras. En
ocasiones, se los invoca como visionarios de lo absoluto, como auténticos pro
fetas del futuro, y sus sospechas se
convierten en dogmas de fe. No podemos perder de vista, como decía
acertadamente Eusebi Colomer
(1924-1997), que sus sospechas son sospechas y solo sospechas, y que no es
correcto otorgarles un estatuto superior a lo que son. También es razonable que
pongamos bajo sospecha sus mismas sospechas y que identifiquemos los excesos y
las exageraciones de algunas de sus sentencias.
No podemos olvidar que los maestros de la sospecha no se refieren al hombre
in abstracto, sino a cada uno de
nosotros. La sospecha no cae en el terreno vacío de las ideas, sino que nos
afecta totalmente. Por esto adquiere un tono trágico y sobrepasa la esfera
intelectual, abriendo campos de exploración que no siempre nos atrevemos a
visitar. Prestemos atención a las críticas de Marx, Nietzsche y Freud,
y consideremos la verosimilitud de sus hipótesis antes de descalificarlos como
heterodoxos.
Francesc Torralba, Los
maestros de la sospecha, Fragmenta Editorial, Barna 2013
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