Postmodernitat i afebliment de la voluntat.
forges |
Es a esa misma disolución de Yo a lo que apunta la nueva ética permisiva y
hedonista de l’època postmoderna: el esfuerzo ya no está de moda, todo lo que
supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado en beneficio del culto
al deseo y de su realización inmediata, como si se tratase de llevar a sus
últimas consecuencias el diagnóstico de Nietzsche
sobre la tendencia moderna a favorecer la «debilidad de voluntad», es decir, la
anarquía de los impulsos o tendencias y, correlativamente, la pérdida de un
centro de gravedad que lo jerarquiza todo: «la pluralidad y la desagregación de
los - impulsos, la falta de un sistema entre ellos desemboca en una «voluntad
débil»; la coordinación de éstos bajo el predominio de uno entre todos produce
una «voluntad fuerte» (El Nihilismo
europeo, fragmentos póstumos). Asociaciones libres, espontaneidad creativa,
no-directividad, nuestra cultura de la expresión, pero también nuestra
ideología del bienestar estimulan la dispersión en detrimento de la
concentración, lo temporal en lugar de lo voluntario, contribuyen al
desmenuzamiento del Yo, a la aniquilación de los sistemas psíquicos organizados
y sintéticos. La falta de atención de los alumnos, de la que todos los
profesores se quejan hoy, no es más que una de las formas de esa nueva
conciencia cool y desenvuelta, muy parecida a la conciencia telespectadora,
captada por todo y nada, excitada e indiferente a la vez, sobresaturada de
informaciones, conciencia opcional, diseminada, en las antípodas de la
conciencia voluntaria, «intra-determinada». El fin de la voluntad coincide con
la era de la indiferencia pura, con la desaparición de los grandes objetivos y
grandes empresas por las que la vida merece sacrificarse: (…). «Disfrutad», leemos a veces en las pintadas;
no hay nada que temer, el sistema se encarga de ello, el Yo ha sido ya
pulverizado en tendencias parciales según el mismo proyecto de desagregación
que ha hecho estallar la socialidad en un conglomerado de moléculas
personalizadas. Lo social átono es la réplica exacta del Yo indiferente, con la
voluntad débil, nuevo zombi atravesado de mensajes. Inútil desesperarse, el
«debilitamiento de la voluntad» no es catastrófico, no prepara una humanidad
sumisa y alienada, no anuncia para nada la subida del totalitarismo: la apatía
desenvuelta representa al contrario un muro contra los sobresaltos de
religiosidad histórica y los grandes designios paranoicos. Obsesionado sólo por
sí mismo, al acecho de su realización personal y de su equilibrio, Narciso obstaculiza los discursos de movilización de masas; hoy día, las invitaciones a
la aventura, al riesgo político no encuentran eco; si la revolución se ha visto
desclasada, no hay que achacarlo a ninguna «traición» burocrática: la
revolución se apaga bajo los spots seductores de la personalización del mundo.
Así la era de la «voluntad» desaparece: pero no hay ninguna necesidad de recurrir,
como Nietzsche, a una «decadencia
cualquiera». Es la lógica de un sistema experimental basado en la celeridad de
las combinaciones, la que exige la eliminación de la «voluntad», como obstáculo
a su funcionamiento operativo. Un centro «voluntario» con sus certezas íntimas,
su fuerza intrínseca, representa aún un núcleo de resistencia a la aceleración
de las experimentaciones: más vale la apatía narcisista, un Yo lábil, el único
capaz de funcionar sincronizado con una experimentación sistemática y
acelerada.(…)
R. Sennett tiene parcialmente razón: «Las sociedades
occidentales están pasando de un tipo de sociedad más o menos dirigida por los
otros a una sociedad dirigida desde el interior» (Las tiranías de la intimidad, TN p. 14). En la época de los
sistemas a la carta, la personalidad ya no debe ser de tipo gregario o
mimético, debe profundizar su diferencia, su singularidad: el narcisismo
representa esa liberación de la influencia del Otro, esa ruptura con el orden
de la estandarización de los primarios tiempos de la «sociedad de consumo».
Licuación de la identidad rígida del Yo y suspensión del primado de la mirada
del Otro, en cualquier caso, el narcisismo funciona fundamentalmente como
agente del proceso de personalización. (pàgs. 56-58).
Gilles Lipovetsky, La era del
vacío, Anagrama, Barna 1986
Comentaris