Què queda del situacionisme?
Guy Debord |
Guy Debord se quitó la vida el 30 de noviembre de 1994, justo ahora hace 20 años.
Aprovechamos la excusa de este aniversario para volver sobre la teoría y
la práctica situacionista. No sólo de Guy Debord, porque la IS fue una
aventura colectiva con multitud de aportaciones y distintos
protagonistas. Lo hacemos de la mano de Luis Navarro,
filósofo y activista, teórico del arte y las redes, que en los años 90
fue pionero en España en el rescate de aquella experiencia, traduciendo
textos, poniéndolos en circulación a través de libros, fanzines y redes como el Archivo Situacionista Hispano, estableciendo contactos
entre los documentos y los movimientos críticos vivos en aquel momento
(insumisión, okupación, fanedición, antiglobalización, etc.). ¿Qué fue y
qué queda de la teoría crítica de los situacionistas sobre la sociedad
del espectáculo?
***
¿En qué sentido piensas que tienen hoy actualidad los situacionistas, más allá del estudio del pasado o la nostalgia?
Luis Navarro.
Me gusta contemplar la experiencia de los situacionistas, más que como
un corpus teórico o un sistema, como un relato, una especie de ciclo
épico que ilumina las movilizaciones que se han sucedido desde entonces,
desde mayo del 68 hasta
el 15M. Existe un antes y un después de la práctica de los
situacionistas que la convierte en referencia imprescindible para todos
los movimientos sociales y artísticos, y la clave fundamental está en la
ruptura consciente con los viejos códigos de representación y la
búsqueda experimental de nuevas formas de política y de producción cultural.
Los viejos códigos de representación, supongo, es lo que ellos llamaban “sociedad del espectáculo”. ¿Qué es el espectáculo?
Luis Navarro.
Tal y como Debord nos lo presenta, en las sociedades marcadas por el
modo de producción capitalista avanzado, el espectáculo es todo, en su
indefinición y en su concreción absoluta.
Es la forma en que nos relacionamos a través de las imágenes que se
construyen desde los grandes medios de comunicación y no de la
experiencia viva, es la forma en que consumimos un menú de mercancías
degradadas y aceptamos una construcción artificial y dirigida del
sentido del mundo como si fuese nuestro medio natural.
El espectáculo cumple en la sociedad de masas una función equivalente a
la que cumplía la religión en las sociedades tradicionales o el arte en
la formación del capitalismo. Su lógica consiste en hacer de la
representación que muestra algo más real que la experiencia vivida, más
real que nuestras propias necesidades, reduciendo al individuo a la
condición de espectador pasivo en la política, en la producción y el
consumo, en la aceptación del estado de cosas existente.
La vida cotidiana como campo de investigación y de batalla
El espectáculo, decía Debord, es la reconstrucción material de la
ilusión religiosa, el "cielo" donde los seres humanos sitúan sus propios
poderes separados de ellos, las "nubes" donde proyectamos nuestros
deseos, capacidades y posibilidades. “De ese modo, es la vida más
terrena la que se vuelve opaca e irrespirable”, concluía. Por el
contrario, la apuesta de los situacionistas era, creo, bajar de las
nubes y regresar a esa vida terrena, hacerla vivible, respirable,
intensa. Politizar la vida. ¿Cómo investigaron los situacionistas la
vida cotidiana de su época y buscaron transformarla? ¿Por medio de qué
procedimientos, de qué dispositivos, de qué invenciones?
Luis Navarro.
En su primera época, los situacionistas desarrollaron una serie de
prácticas que -quizá en un exceso de racionalización- pretendían elevar a
la condición de técnicas, pero que en su campo no pasaron de ser, como
tu bien dices, “procedimientos”. Algunos muy eficaces, como la deriva
experimental, el paseo sin meta como forma de romper con las rutinas
que rigen los comportamientos habituales y propiciar experiencias
inéditas. El desvío era el modo de eludir los pasos establecidos, tanto en el plano físico como en los textos. La psicogeografía
pretendía ser la ciencia que explorase la relación entre calidad de
vida (de vida interesante) y las condiciones del entorno urbano, que
habría de servir para la composición de un “urbanismo unitario”
que integrase todos los procedimientos técnicos y artísticos conocidos
en la construcción de ese entorno. Hay una lista interminable de
procedimientos que intentaron explorar y aplicar, pero éstas serían sus
líneas maestras, junto a la construcción de situaciones, es decir la
producción técnica de acontecimientos.
¿Qué entendían por “construcción de situaciones”?
Luis Navarro.
Una situación es un momento de la vida capaz de traducirse en
experiencia, en conocimiento irreductible que puede equipararse a la
vivencia del creador en el momento de producir su obra, o a la
contemplación ensimismada y despreocupada de ésta. Podríamos ver la
situación como el “tiempo estético” fugaz y eterno de los modernos
artistas, pero profanado por la vida cotidiana.
Una situación puede ser espontánea o construida, es decir, producto de
una secuencia azarosa de acontecimientos capaz de generar sentido en
quien los vive, o resultado de un diseño consciente que apunta a
resultados específicos.
A los surrealistas les gustaba descifrar situaciones espontáneas; los
situacionistas, que eran sus discípulos arrogantes y rebeldes, preferían
diseñar situaciones y explorar sus efectos. Una revuelta es una
situación, medie o no la acción de una vanguardia. Una exaltación
amorosa es una situación, provocada o no por la seducción consciente.
Los situacionistas confiaban en producir efectos tales aplicando
técnicas conscientes, como las enumeradas antes.
Hay un impulso utópico muy fuerte en los situacionistas. No deseaban la vida como es, sino cómo podría
ser. Para ellos se trataba, a la vez e indisociablemente, de
“transformar el mundo y cambiar la vida”. ¿Qué ha sido de la imaginación
utópica, hoy cuando reivindicamos una casa, un trabajo y una vida
digna?
Luis Navarro.
El contexto ha cambiado sensiblemente. Por muy radicales que fuesen los
situacionistas en sus planteamientos, estos se situaban en un contexto
de desarrollo y progreso tecnológico. Lo que denunciaban era la falta de
aplicación de este progreso a la conquista de una vida más elevada, a
la liberación del trabajo, a la recuperación del entusiasmo de la
aventura y la integración de la creatividad en la vida cotidiana.
Paradójicamente, hoy disponemos de más adelantos tecnológicos, han
aumentado los niveles de riqueza pero nuestras vidas se han precarizado
hasta el punto de amenazar derechos fundamentales. Esto no debería para
mí suponer una rebaja en el tono de las reivindicaciones que planteaban
los situacionistas, sino una confirmación material de la inviabilidad
del sistema que atacaban y una invitación a explorar otras
posibilidades.
Creo que el reclamo situacionista de una vida buena
sigue siendo operativo en las condiciones actuales y logra ser
inspirador a pesar de todo. A mí me sigue resonando en eslóganes 15M
como “La revolución enamora” o “No somos mercancías en manos de
políticos y banqueros”. Es cierto que los situacionistas luchaban contra
el aburrimiento y la represión de una sociedad de abundancia y hoy lo
hacemos en una situación más bien de precariedad, pero el problema de
fondo solo se ha acentuado: la expropiación de las condiciones de
existencia en beneficio del capital concentrado.
Revolución cultural: cambiar las formas de la experiencia
En 1958, Debord escribió unas “tesis sobre la revolución cultural”. Fue uno de los primeros textos de la IS. ¿Por qué una revolución cultural, cómo la entendían, dónde la veían?
Luis Navarro.
Uno de los aciertos de los situacionistas fue poner la cultura,
considerada anteriormente como un epifenómeno o un efecto
superestructural, en el centro de la transformación social, y
reinterpretar el marxismo a la luz de los fenómenos de subjetividad.
Era común entre las vanguardias utilizar el término revolución y buscar
una salida política para sus prácticas, con el deseo de romper la
distancia entre el mundo artístico, objeto de tantas revoluciones
fugaces, y la vida real que seguía siendo igual de plana. Los intentos
de los situacionistas se inscribían más bien en la búsqueda de la “obra
de arte total”, que habría de ser ni más ni menos que la transformación
de la sociedad, la creación de situaciones que no admitiesen vuelta
atrás.
¿Dónde ves la herencia de sus ideas más propiamente artísticas o culturales?
Luis Navarro.
La búsqueda de un tipo de práctica simbólica capaz de superar los
límites del arte y de generar efectos vivos ha tenido su importancia en
la integración de formas performáticas de protesta en los movimientos.
El desvío humorístico de mensajes previos, el uso de memes y eslóganes o
la producción de pequeños escándalos
que funcionan como disloques perceptivos, son herramientas que han sido
ampliamente utilizadas por el mundo contestatario. Pero muchas de estas
prácticas han sido ampliamente recuperadas también por los medios de
comunicación, que las ha reformulado y adaptado a sus propios fines de
entretenimiento y dominación.
En el momento en que muchas de estas prácticas se han banalizado o se
han integrado en el sentido común, es preciso profundizar la acción para
que tenga efectos reales, plantearla de forma estratégica y no sólo
ocurrente. Creo que lo más importante que ha sucedido desde entonces
tiene que ver con la apuesta más radical de Debord: la generación de una
contracultura capaz de enfrentar el discurso oficial y construir un
poder paralelo.
“El estado de doble poder en la cultura”, que decía Debord.
Luis Navarro.
La opción de Debord en las tesis era la construcción de culturas
paralelas en los márgenes del sistema, como los antiguos burgos o las
chabolas del extrarradio, hasta crear una situación crítica de
enfrentamiento y “doble poder”.
Pero hoy esas culturas se están construyendo, no tanto en el exterior,
como más bien mediante la apropiación y difusión de las herramientas de
la comunicación entendidas como armas necesarias dentro del conflicto,
es decir, mediante la elaboración de redes de contrainformación, medios
libres, autoedición y más tarde mediante las posibilidades que ha
abierto internet. Estas experiencias han roto con el flujo unilateral de
la información y han instaurado nodos de crítica que fueron muy
importantes ya en el movimiento antiglobalización y luego en el 15M.
El escenario de Sol en los primeros días de la acampada, imagino
también que el de otras plazas, constituye para mí el ejemplo más claro
de cuantos he vivido personalmente de creación colectiva de una situación sin vuelta atrás, es decir, de la obra total que rompe todas las separaciones.
Más allá de los situacionistas
De alguna manera, ¿no hay, en esa apropiación que hace la gente de los
medios a su alcance, una refutación de algunas de las tesis
situacionistas más importantes? Por ejemplo, el desprecio elitista del
espectador como un sujeto esencialmente ignorante y pasivo; o la
magnificación de la capacidad espectacularizadora del capital,
considerada casi omnipotente, y que conduce a la paranoia, la inacción,
al silencio, a la no comunicación o a la acción autoreferencial.
Luis Navarro.
Por un lado, creo que los situacionistas menospreciaron el papel
crítico del espectador en su interacción con los medios. El espectador
está en disposición de elegir qué tipo de representaciones determinan
sus actuaciones. Aunque el marco esté restringido, su interacción tiene
la potencia material de ampliar ese marco. Lo que da sentido al mensaje
(o lo que, en otro contexto, explica y realiza la obra de arte) no son
los arcanos que el emisor haya enterrado en ella, sino el contenido que
el receptor es capaz de descifrar y de integrar en su mundo.
Por otro lado, es cierto que las tecnologías de redes han cambiado en
gran medida el escenario social y han permitido enfrentar con
representaciones alternativas el flujo unidireccional de información, la
versión única de la realidad que los grandes medios proponen. Pero hay
que entender que estas herramientas, estas tecnologías de la información
en cuyas coordenadas entendemos la realidad, no son neutrales, sino que
han surgido en determinado contexto y están ideológicamente cargadas.
No contienen en sí mismas el componente emancipador, sino que en
ocasiones juegan como obstáculos.
Un amigo del 15M dice que, a día de hoy, las máquinas electorales “le
han pegado un patadón al balón de la política y lo han mandado al
tejado”. Así, de actores de la política cotidiana (en las plazas o las
mareas) habríamos vuelto a ser espectadores del teatro de la
representación. ¿Lo vives así o se trata de otra paranoia situacionista?
Luis Navarro.
El 15M surgió con un componente cultural que se instalaba en su núcleo:
la crítica de la representación, tanto en el marco político como en el
de las imágenes que ofrecen los grandes medios, reclamando una
“democracia real”.
De forma completamente consecuente, pero absolutamente sorprendente, se
organizó en asambleas públicas y abiertas en la calle, recuperando
formas de hacer política que creíamos arrasadas por el “espectáculo”.
Construyó una ciudad alternativa en territorio hostil y todo el universo
de valores que podría hacer que funcionase sobre la marcha.
Una de las sensaciones más vivas que me quedan de aquellos días era ese
choque brutal con la realidad, con su erotismo y su tragedia, la
realidad excesiva que desbordaba e inundaba cualquier intento de
canalizar institucionalmente la indignación en forma de partido
político. Todo esto sembró un tejido organizativo notable y un cambio de
percepción en la sociedad, pero la sensación que proyecta el
espectáculo es que no se avanza en los objetivos fundamentales, y que
sin un asalto institucional todos estos esfuerzos se quedan en una nueva
subcultura.
Podemos ha aprovechado este vacío tratando de subvertir las lógicas del
espectáculo con un discurso que se acercaba a la sensibilidad del 15M,
pero conforme avanza en sus objetivos observamos cada vez más un
acondicionamiento a estas lógicas que denunciaba Debord: personificación
del movimiento en el líder, gestión de los especialistas, retorno de lo
televisivo y abandono de la calle, listas abiertas pero opacas, en
definitiva, centralización del poder y abandono de la pluralidad que
pugna en las redes.
Pero también hay que decir y reconocer que, en este momento de
descomposición del régimen del 78, existe un vacío, una oportunidad
histórica, un deseo y una posibilidad, una aspiración que hay que saber
cómo colmar para que no quede frustrada y Podemos ha interpretado a su
modo todo eso muy eficazmente.
Por último, Luis, ¿cómo explicas el marcado carácter sectario de los
situacionistas, qué les llevaba una y otra vez a erigirse en un Tribunal
(de los demás y de sí mismos) con exclusiones, expulsiones, insultos,
etc.? Es una herencia terrible.
Luis Navarro.
Creo que es un efecto de las contradicciones derivadas de su propia
posición en la cultura. Pese a que sus propuestas en este campo son
radicales y destructivas, la Internacional Situacionista surge como una
vanguardia artística y el propio Debord responde todavía al perfil del artista moderno,
ese individuo privilegiado y pagado se sí mismo que necesita afirmarse
en la producción de algo nuevo. Aquí todavía funciona el folklore de las
vanguardias, los enfrentamientos entre grupos, la dificultad para
componer una identidad de movimiento basada en individualidades
plurales, e incluso el olor rancio de la vieja política que todavía
impregna a tantas organizaciones.
Amador Fernández-Savater, entrevista a Luis Navarro. Volver a tierra: Guy Debord y la crítica de la sociedad del espectáculo, Interferencias. el diario.es, 30/11/2014
Amador Fernández-Savater, entrevista a Luis Navarro. Volver a tierra: Guy Debord y la crítica de la sociedad del espectáculo, Interferencias. el diario.es, 30/11/2014
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