L'afany de coneixement i el gall dindi.
Desde los principios del conocimiento la humanidad busca la congruencia; las gallinas también y los pavos. Especialmente el pavo de Russell, una famosa parábola del filósofo Bertrand Russell en
donde, en una de las múltiples versiones, nuestro héroe, el pavo,
encuentra día tras día que la vida es una delicia llena de parabienes,
cuidados y alimentos por parte de su ama. Hasta que llega el 24 de
diciembre. Ese día la granjera, en vez de traer el cuenco con las
semillas y los gusanos que tanto le gustaban al señor pavo, lo enfila
directamente con las manos, le retuerce el pescuezo, lo despluma y al
horno.
La
parábola de Russell es una crítica filosófica a la inducción como
fuente de conocimiento. Imagínense. La inducción genera confianza en el
pasado como explicación del presente y representación del futuro. Pero
un día empieza la III guerra mundial y al día siguiente la vida en un
refugio. Un día nos dicen que tenemos una enfermedad terrible y al día
siguiente la vida en un hospital. Un día damos una curva con el coche,
confiados en que todas las curvas que hemos dado hasta la fecha son y
por tanto serán iguales y un camión nos embiste de frente. Un día el sol
explota y todos muertos sin saberlo.
La
filosofía del conocimiento busca preguntas sobre cómo nos enfrentamos a
la ardua tarea de comprender el mundo y, para eso, elabora respuestas a
las causas de todos los fenómenos naturales. Primero fue el animismo,
después la mitología, seguida de la filosofía y de la religión. Cuando
surgió la ciencia, allá por los años de la Ilustración, se creía que
todo se alcanzaría gracias al razonamiento, nada de verdades absolutas o
dogmas de fe, ni de palabras sagradas. En la Viena de principios de
siglo, donde todo bullía, se estaba fraguando la cultura contemporánea
de Occidente. En ese espacio de músicas de vals, muebles modernistas,
ambiente de secesión, entre los cedros del laberinto barroco de los
jardines del Augarten del distrito segundo, donde nació Arnold Schönberg
a orillas del canal del Danubio para refundar la música, se dedican a
hacer epistemologías científicas ni más ni menos que el círculo de
Viena, der Wiener Kreis, una panda de filósofos que bebieron de los jugos de los Poincaré, Wittgenstein y Popper,
con sus filosofías positivistas acerca de la realidad. Y de ese legado
beben las fuentes del conocimiento de la ciencia moderna. El
convencimiento de que la ciencia nomotética/deductiva nos lleva a saber
cada vez más y mejor lo que pasa y lo que ocurre y lo que ocurrirá.
Ciencia
nomotética y deductiva. Proposiciones sobre la realidad, «leyes»,
acerca del comportamiento del mundo y, a partir de ellas, la deducción
de las consecuencias. ¿Qué hay más científico que todo eso? Cuando
jugamos al ajedrez experimentamos algo parecido: si juegas la india de
rey sé que tarde o temprano avanzarás los peones de alfil y caballo, de
manera salvaje contra mi enroque; si juegas la siciliana sé que quieres
dominar la columna «c»; si tienes un peón pasado, sé que tengo que
bloquearlo con un caballo; si sacas la dama temprano, sé que tengo que
ir a molestarla desarrollando mis piezas. Toda esta nomotética me
proporciona seguridad y me deja deducir qué hacer para enfrentar tus
ideas. Pero un día te sacas un movimiento de la nada y me dejas frito; y
el ataque a mi rey se confunde con un ataque por el ala de dama y la
columna «c» ya no te importa y avanzas por el centro y el peón pasado
que he bloqueado tan a gusto resulta que no deja que mi caballo juegue y
estoy a tu merced con una pieza de menos y esa dama tempranera que
salió a pasear resulta que está a salvo y termina en una casilla
poderosa desde donde montará un contraataque letal.
Diego Rasskin Gutman, El pavo de Russell y la muerte del pensador, jot down, 26/11/2014
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