Pandèmia i acceleració del pensament conspiranoic.






Lo que ha sucedido, sobre todo a partir de la pandemia, es que hemos empezado a como eso ha dejado de estar sujeto a una ideología concreta y en 2020 y 2021 estamos viendo cómo la conspiranoia está formando su propio movimiento político, más allá de ideologías.

Lo que les une es esa desconfianza intrínseca a la versión oficial. Y eso es común a todos los espectros de la política, no se dirige a izquierda y derecha, sino que hay una desconfianza hacia todo lo que sea “mainstream”, hacia todo lo que sea el sistema. 

El pensamiento crítico es útil y es necesario en la sociedad actual. Cada vez hay mayor escrutinio sobre el poder y los mecanismos de control son mayores, con lo cual cada vez vamos a descubrir más escándalos. El problema es cuando se convierte en algo patológico. La conspiranoia es un marco, con el cual ver la realidad: son unas gafas que te pones y, en el momento en el que te las pones, toda la realidad está tamizada por esa paranoia. Y una de sus bases fundamentales es que todo encaja.

Puede haber muchos casos aislados, puede haber muchos casos de corrupción —que hay que combatir y por eso se necesita el pensamiento crítico— pero, partir de ahí y considerar que todo forma parte de una gran conspiración, y que está todo relacionado, nos hace entrar en la paranoia pura y dura. Una de las bases de la conspiranoia es tener una serie de datos, que todos compartimos porque son hechos reales, y de ahí saltar a las conclusiones. Es verdad que cada vez vamos a descubrir más excesos del poder pero no debemos saltar a la conclusión de que todo forma parte de una gran conspiración que rige nuestras vidas. Al menos no debemos hacerlo hasta que los hechos demuestren lo contrario.

El poder siempre se ha servido de esas reuniones secretas para, qué sé yo, darle unas puñaladas a Julio César en las escaleras del Senado y ese tipo de cosas. Pero el pueblo llano no intervenía ahí. A partir de la Revolución Francesa, sí. Esta provocó un cambio de paradigma tan grande que muchos pensadores creyeron que era imposible, que tenía que haber una mano negra, que alguien había movido los hilos. Ahí es donde nace el pensamiento conspiranoico. Que se basa en una idea de conspiraciones a gran escala, llevadas a cabo por una élite minoritaria, que cambian el destino de los países o el destino del mundo, y que van de arriba a abajo: siempre van desde el poder al pueblo, con ese componente de manipulación de las masas.

Antes teníamos una serie de hechos con los que todos coincidíamos, era un terreno común y había una “verdad”. En el momento en el que se acuña el término “post verdad” ya no existe ese terreno, ya no podemos coincidir en nada. Del mismo modo que nacen las noticias falsas, o la desinformación, y se dice que fueron una de las razones por las que Trump llegó a la Casa Blanca, es sencillo que el propio Trump se lo apropie y diga que los que hacen post verdad son los “supuestos medios de comunicación” mainstream. En una rueda de prensa llega a decirle a un periodista de The New York Times que ellos hacen fake news. Su presidencia ha sido netamente conspiranoica y con esto lo que hacía era apelar a sus bases. Con muchos conspiranoicos lo ves: “no te fíes de lo que te dicen estos supuestos medios de comunicación porque en realidad están al servicio de ese Nuevo Orden Mundial”. Le dan la vuelta a la tortilla para conseguir que esa narrativa juegue a su favor. Eso es algo que la conspiranoia hace muy bien. 

Se creó una conspiración sobre cómo el Partido Demócrata formaba parte de una red pedófila que tenía su centro en una pizzería de Washington y hubo un tío que se presentó allí con armas exigiendo que le llevarán al sótano, porque había leído en internet que en el sótano era donde tenían a los niños secuestrados. La pizzería ni siquiera tenía sótano. Llegó la policía, lo detuvo y él dijo que su intel —la información que le habían dado— estaba mal. Fue una especie de preludio de lo que luego fue la toma del Congreso. Creo que cada vez vamos a ver más episodios así. Porque, si estamos alimentando esta conspiranoia a través de internet, llegará un momento en el que salte del terreno de las hipótesis a la realidad. Y las reglas son muy distintas en una esfera y en otra.

La toma del Congreso me recordó mucho a estas sectas findelmundialistas que escogen una fecha determinada y dicen “el mundo se va a acabar este día y nosotros nos vamos a salvar porque somos los elegidos”. Cuando llega ese día y el mundo no se acaba hay dos opciones: o asumes que los últimos años de tu vida y muchos esfuerzos los has dedicado a algo que ha sido una patraña, o redoblas los esfuerzos y dices, “bueno es que a lo mejor había un error en las escrituras” y empiezas a sostener que el mundo se acabará en dos años. Hay estudios que dicen que la mayoría de las sectas optan por la segunda opción. Porque has perdido demasiado tiempo, demasiado esfuerzo. En el caso de Qanon hay testimonios de gente que acabó alienándose de su familia y amigos porque invirtieron todo su tiempo y esfuerzo en el movimiento y, a partir de noviembre de 2020, con la teoría de que las elecciones habían sido amañadas. Ellos entraron en el Congreso para recabar pruebas, y se encontraron que estaban completamente fuera de su elemento y que no sabían por dónde empezar y, por supuesto, no encontraron prueba alguna.

No hay duda de que en los últimos dos años, a partir de la pandemia, ha habido una aceleración absoluta del pensamiento conspiranoico. Gente que lo ha tenido latente, gente que jamás sospecharías, lo ha sacado. Nos ha pasado una cosa muy brutal, es normal que esto ocurra. Cuando empecé a escribir el libro, a finales de 2019, las teorías de la conspiración estaban experimentando un auge, pero era todavía un discurso que estaba en los márgenes. De repente, a partir de la pandemia se puso en el centro del discurso social. Es imposible saber adonde va a ir a parar. Pero sí, cada vez nos vamos a encontrar más afectados y cada vez vamos a tener que desarrollar más herramientas para lidiar con ello. La empatía y la duda razonable —tanto hacia nosotros como generársela a la persona con la que estemos hablando— en lugar de imponer nuestros dogmas, conspiranoicos o no conspiranoicos, van ser las herramientas más importantes.

Pablo Elorduy, entrevista a Noel Ceballos: "La conspiranoia está formando su propio movimiento político", El Salto 15/08/2021

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