Epidèmia d'immanència.






Los ultraliberales y paleoconservadores están unidos por un profundo desprecio hacia las élites del establishment. Hay datos que parecen dar validez a esta teoría. Las personas que simpatizan con estos movimientos presentan perfiles antisistema: desconfían de representantes políticos, banqueros, científicos y la mayoría de funcionarios públicos. Y creen que la vida es un juego de suma cero: tu ganancia es mi pérdida, el beneficio de otra nación es el perjuicio de la mía. Esta cosmovisión se ha desparramado como una sombra siniestra por sectores crecientes de la sociedad norteamericana, quebrando las “creencias útiles” que, según la economista Alberto Alesina, cimentaron el milagroso despegue de EE UU: la idea de que, con esfuerzo, todos podemos progresar. Ahora reina el pesimismo. Y se proyecta al resto del mundo; a menudo, paradójicamente, a través de vehículos culturales diseñados por las élites liberales de izquierdas. De House of Cards a White Lotuspasando por Breaking Bad, el mundo se nos presenta como una contienda entre unos muchos malos y unos pocos tontos. Los buenos han desaparecido. Hoy la justicia es, a lo sumo, un capricho del destino.

Que personajes anarcoides como Milei y Musk cohabiten con ultraconservadores como Orbán y Trump no obedece a la casualidad, sino a la misma causa: el desatado empoderamiento del individuo que ha ido abriéndose paso en nuestras sociedades. La concepción de que somos los únicos dueños de nuestro destino y de que todo a nuestro alrededor (jefes, subordinados, amigos, parejas, hijos) es un coste o beneficio en el Excel de nuestra felicidad. Pues el objetivo en la vida es maximizar nuestros placeres y minimizar los dolores.

Vivimos una epidemia de inmanencia. En contraposición a trascendencia, inmanencia es un término usado en filosofía y teología para designar la condición de estar enteramente dentro de algo (del latín immanere, “habitar en”). El ser inmanente no busca una meta más allá de sí mismo. Como señala el pensador Wolfram Eilenberger, rememorando a pensadoras (arrinconadas por su género y opiniones contracorriente) como Simone Weil, en la actualidad padecemos una pobreza de trascendencia y estamos atrapados en la pesadilla de la inmanencia. En la búsqueda de la satisfacción inmediata, inminente e inmanente de nuestros deseos individuales. O tribales.

Los populistas nos llevarán allá donde los neoliberales siquiera soñaron: una utopía de seres libres que no sirven a nadie más que a sí mismos. Obviamente, será un horror. Pero el malo no será el Gran Hermano, sino el pequeño cuñado en el que nos estamos convirtiendo todos.

Víctor Lapuente, Debemos derrocar la tiranía del Excel, El País 29/08/2025

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