La cultura de la irresponsabilitat.
Con la decisión de dedicar 23.000 millones de dinero público al rescate de
Bankia sin la contrapartida de exigencia de responsabilidades a los autores del
desastre, el Gobierno rompe cualquier principio de equidad, se coloca
descaradamente contra la inmensa mayoría de los ciudadanos, que pagan los
impuestos con los que el banco será rescatado, y abre una fractura en la
sociedad de consecuencias de todavía imprevisibles. La proximidad de los
gestores de Bankia con el PP hace todavía más siniestra la actitud del Gobierno.
En una situación de crisis extrema, cuando se están pidiendo sacrificios enormes
a la ciudadanía, un rescate bancario de estas magnitudes requiere explicaciones
muy claras sobre el por qué y sobre el cómo, y actuaciones muy decididas para
esclarecer las responsabilidades tanto en el campo político como en el judicial.
La parcialidad del presidente Rajoy quedó patente en el insólito gesto de dar la
conferencia de prensa sobre Bankia desde la sede de su propio partido y no desde
el palacio de gobierno, un gesto que habla por sí solo. ¿Para quién gobierna el
PP?
Las consecuencias económicas del caso Bankia están a la vista: la
intervención del sistema financiero español, que Rajoy negó rotundamente, parece
hoy más cercana que nunca. Una vez más el presidente está condenado a
desmentirse a sí mismo, un ejercicio al que incomprensiblemente parece haberle
encontrado gusto. El Gobierno se ha quedado sin credibilidad, después de una
semana en que las necesidades de recapitalización de Bankia subían unos cuantos
miles de millones cada día. Y la ciudadanía no puede entender que no se
encuentre dinero para cuestiones que afectan ya no solo al bienestar sino
incluso a la supervivencia y no falten nunca recursos cuando se trata de salvar
a un banco. Las consecuencias políticas, sociales y morales del caso
Bankia serán enormes. Treinta años de hegemonía conservadora han abierto
una fractura grande entre las élites y la ciudadanía. La democracia, para usar
una imagen de Tocqueville, se nos está disolviendo en el individualismo. La
crisis económica ha sido la gran coartada para todo. En nombre de ella se han
justificado ajustes salvajes y arbitrariedades tremendas. Después de Bankia, la
coartada se desvanece.
El caso Bankia es el icono de una profunda crisis de responsabilidad
en las élites españoles. Una crisis que viene de mucho antes de que estallara la
crisis económica de 2008 y que es una de las causas del gran desastre económico.
En Bankia convergen político y dinero. Los miles de millones que se esfumaron
entre fanfarrias madrileñas y valencianas y la nula voluntad política de
esclarecer el desastre la convierten en enseña de los años en que todo estaba
permitido.
Pero esta cultura de la irresponsabilidad no es exclusiva de Bankia. La vemos
extendida por algunas de las más importantes instituciones del país. La corona,
el Banco de España, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal
Constitucional, el propio sistema financiero y el Gobierno han dado y están
dando muestras de esta cultura y están contaminados por una manera nada ejemplar
de hacer las cosas, que hace que la sociedad viva entre el aturdimiento, la
indignación y la indiferencia. Negándose a investigar Bankia, el Gobierno y las
fuerzas políticas que le apoyen –la actitud del PSOE, de momento, es pacata–
rompen el pacto social y dejan a la democracia en los huesos. Si no exigen
justicia los responsables políticos, tendrán que exigirla los ciudadanos. Es lo
que ocurre cuando se abandona la función representativa por la defensa de
espurios intereses de casta. Después de Bankia, ¿este Gobierno tendrá vergüenza
para pedir más ajustes a los españoles? En democracia solo debería caber una
opción: denunciar a los responsables del desastre de Bankia o dimitir.
Josep Ramoneda, La ruptura del pacto social, El País, 30/05/2012
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