L'elecció d'Hollande.
Las elecciones griegas nos colocan ante otra cuestión que los discursos
oficiales quieren que pase desapercibida: que la situación económica y las
políticas que se le aplican están poniendo en alto riesgo la democracia. A
medida que la injusticia flagrante crece, que el desprecio por las personas,
disfrazado con el discurso “no hay alternativa” aumenta, la democracia entra en
zona de peligro. Es inevitable recordar la ceguera de los partidos de los años
treinta que condujo al desastre, por empeñarse en unas políticas que no hacían
sino aumentar la desesperación de la gente, sin querer ver las amenazas que
crecían sin parar. En Grecia, los partidos sistémicos, que han gobernado en
alternancia el país desde el final de la dictadura, se han hundido. Nueva
Democracia, que ha ganado con menos del 20% de los votos, y el Pasok sumaban en
2009 el 78%, ahora apenas superan el 30%. El frente de izquierdas antirrescate,
Syriza, se sitúa por delante de los socialdemócratas. Europa ya ha dicho que o
gobierna la coalición delegada de los rescatadores o se acabaron las ayudas. ¿De
qué sirven entonces las elecciones? Papandreu quiso someter la intervención de
Grecia al voto popular: le hicieron dimitir. Ahora queda terminantemente
prohibido que el resultado de las elecciones signifique un cambio de política.
Desde luego no podrá alegarse sorpresa si la próxima vez los extremos crecen
todavía más. El aviso de Grecia es contundente. Solo puede negarlo el que
considere que determinadas estrategias económicas están por encima de las
instituciones democráticas.
La elección de Hollande es una chispa dentro de la monotonía asfixiante en la
que se mueve Europa. Hollande puede pensar que juega con la ventaja de que nadie
espera milagros. Y es cierto. Pero se esperan cambios razonables y estos, a
menudo, son los más difíciles de conseguir. Las políticas de austeridad han
llevado a un sinsentido tan extremo, a un sufrimiento tan difícil de justificar,
que estaba en el ambiente la necesidad de suavizarlas en beneficio del
crecimiento. En este sentido, Hollande llega en el momento oportuno. Ahora falta
encontrar los caminos y las complicidades. ¿Llegarán desde aquí? En Cataluña,
tenemos un Gobierno con poderes limitados decidido a construirse una identidad
como primero de la clase en la carrera de la austeridad. El Gobierno español ha
hecho de las políticas de austeridad una ideología. ¿Tendrán la cintura
suficiente para adaptar tan fundamentales principios a la realidad y comprender
los beneficios de conseguir mejores plazos para la estabilidad fiscal? La
sectaria nota oficial con que el PP respondió a la elección de Hollande, en que
Sarkozy era más protagonista que el nuevo presidente, hace pensar lo peor. En
vez de buscar alianzas para contrarrestar el poder de Angela Merkel, es muy
probable que Rajoy se ofrezca para sustituir a Sarkozy en el papel de portador
de las maletas de la canciller alemana. Lo mismo que hizo, en su día, Aznar con
Bush. A la derecha española le va dividir Europa.
Josep Ramoneda, La injusticia flagrante, El País, 08/05/2012
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