Explicar l'inexplicable.
Y sin embargo, alguno de los administradores del dinero público habrá de
explicar alguna vez lo inexplicable. El pasado 20 de julio, Bankia salía a
Bolsa. En la Red se encuentra todavía la intervención de su presidente, Rodrigo
Rato, sobre una operación que afectaba, en principio, a 347.000 nuevos
accionistas individuales y a 280 accionistas institucionales: “La salida al
mercado de Bankia es un punto de referencia de la economía española y del sector
financiero español (…) La salida a Bolsa solo es el principio de lo que tiene
que llegar (…) Las autoridades de las comunidades autónomas han favorecido
siempre este proceso…”. 10 meses después, la cuarta entidad financiera española
está nacionalizada, hay que inyectarle más de 23.000 millones de dinero público
para que siga pedaleando y muchos de esos accionistas se han arruinado.
No hay que irse tan lejos como julio de 2011 para intentar un relato hasta
ahora lleno de agujeros. Hace apenas unas semanas el presidente de Gobierno y de
la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, Mariano Rajoy, declaraba que no
habría dinero público para la banca en dificultades; poco después, en sede
parlamentaria, su ministro de Economía decía que el dinero público para la banca
no superaría los 15.000 millones que había puesto el Ejecutivo de Zapatero. El
nuevo presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, le desdecía el pasado
sábado cuando estimaba las muletas públicas, solo a esta entidad, en casi 24.000
millones (casi dos veces y media el monto de los últimos recortes a la sanidad y
la educación) y volvía a contradecir al Ejecutivo, esta vez a la vicepresidenta
Soraya Sáenz de Santamaría, que apenas 24 horas antes, al explicar los
contenidos del último Consejo de Ministros, afirmó que estas ayudas eran
préstamos a devolver. Goirigolzarri subrayó que de préstamos nada, que son
inyecciones de capital a fondo perdido.
No es de extrañar que la declaración solemne de Rajoy en Bruselas, al acudir
a la cumbre con sus homólogos europeos —“España no tiene interés ni intención, a
fecha de hoy, de acudir a un rescate europeo para los bancos españoles”— goce de
la incredulidad general y enfatice una vez más la sistemática improvisación del
Ejecutivo en este asunto. El Gobierno siempre por detrás de la realidad. ¿Puede
alguien explicar, más allá de las generalidades conocidas, dónde estamos, qué ha
pasado en Bankia, por qué tantos bandazos, si es verdad que ya no va a haber
subasta de las entidades nacionalizadas porque ningún comprador se fía de lo que
hay en sus tripas, y si burla burlando, por efecto de todo ello, España va a
disponer de una banca pública mayor de la que hubo nunca, con un Gobierno de
derechas? ¿Comparte el Gobierno el diagnóstico del Instituto de Finanzas
Internacionales (el lobby de la banca internacional) de que las
entidades españolas requerirán 260.000 millones en pérdidas potenciales, y entre
50.000 y 60.000 millones más de capital? De los dos modelos de intervención
europea (Grecia por su deuda pública e Irlanda por su deuda bancaria), España
empieza a sonar más a la segunda que a la primera, por una relación cada vez
mayor entre su riesgo bancario y su riesgo soberano.
¿Merecen la opinión pública y sus representantes parlamentarios el
sistemático tancredismo explicativo gubernamental?¿Por qué sale en conferencia
de prensa el presidente de Bankia y no el de la Comisión Delegada de Asuntos
Económicos, si Bankia solo supone el 10% de la cuota de mercado y, según el FMI,
es el 30% del sistema financiero el que está enfermo?
Joaquín Estefanía, Por qué España es diferente, El País, 28/05/2012
Joaquín Estefanía, Por qué España es diferente, El País, 28/05/2012
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