Història de dones.
Especialmente relevantes para la evolución de la situación de las mujeres han
sido las formas históricas de la familia: es en esta “estructura elemental del
parentesco”, como lo afirmaría Claude Lévi-Strauss, donde identificamos los
roles, los estatus de las mujeres y sus funciones. A su vez y en interacción con
las mismas, encontramos los modos de producción y reproducción de la vida
material, donde se constituyen ciertas modalidades de división del trabajo
que asignan a las mujeres determinadas tareas. No es de extrañar, pues, que las
formas que adopta la estructura familiar a lo largo de la historia y las que
asumen la división sexual del trabajo, íntimamente relacionadas entre sí,
diseñen el guion de la historia de las mujeres. Este guión tiene tramos más
densos que corresponden, no ya a las coordenadas generales en que se inserta la
vida de las féminas, sino a la especificidad de una historia de subyugación y
exclusión que ha generado sus propias respuestas.
No
se trata de victimizarnos sino de hacer ciencia, y, aquí, hacer ciencia es la
forma concreta de hacer libertad. Las sufragistas, en su lucha épica por
conseguir el voto, inventaron las huelgas de hambre, cuando, de los pies de los
caballos iban a parar a los calabozos. Ello ocurría en el contexto del
liberalismo, propio de los países anglosajones donde floreció el sufragismo ó
lucha por el voto femenino, por el acceso a las profesiones… en suma, por todo
aquello que haría de la mujer, simplemente, un ser humano. Antes, sin embargo,
en el contexto del cartesianismo, se había articulado un feminismo que se
configuró en su esfera, con una impronta fuertemente racionalista y en polémica
con Roussseau. Estas corrientes vinieron a confluir en la Revolución Francesa
encontrándose la propia vena libertaria más potente del ginebrino con los
acordes más misóginos del jacobinismo. Olympe de
Gouges escribirá en 1793 Los derechos de la mujer y de la ciudadana, pues los
varones, identificados sin más con lo genéricamente humano, olvidaron incluir
los derechos de las féminas como seres humanos sin más.
En 1848, fecha del movimiento comunista, tiene lugar en Estados Unidos lo que
se denominó Acta fundacional de Séneca Falls (Declaración de
sentimientos). El feminismo estadounidense extrae de sus entrañas
liberales uno de sus productos más genuinos. Lo que no impide que en el seno de
la lucha emancipatoria del nuevo continente surjan tendencias acordes con los
referentes ideológicos genéricos de las luchas de las mujeres que las llevan a
cabo. Así, habrá feministas socialistas en las filas del socialismo y el
comunismo; del anarquismo, como Emma Goldman y Clara
Zetkin, en las del comunismo que dialogó y colaboró con las militantes del
“Feminismo Burgués”.
En Estados Unidos, después de la guerra se producirá una potente ola de
liberación feminista de signo liberal. Dirigida por Betty
Friedan, lúcida y potente líder, consiguió que salieran de su letargo y
neurosis las amas de casas que habían sido devueltas a las labores del hogar
después de haber desempeñado los trabajos masculinos durante la guerra. A esta
nueva ama de casa ya no se le podía llamar “fregona” sino “directora gerente del
hogar”. Pero la directora del hogar tecnificado languidecía, cada vez mas
mujeres pedían puestos y actividades fuera del hogar y el feminismo liberal se
radicalizó pidiendo cambios en la estructura social y familiar, y se llegó a
poner en cuestión el tabú del incesto (Shulamith Firestone). Desde el punto de
vista organizativo se autoconstituían por grupos compuestos por pocos miembros y
se disolvían con facilidad- lo que les quitó una eficacia que sí pudo mantener
el feminismo liberal-.
El feminismo socialista se ha centrado en la crítica al capitalismo y al
análisis de la relación entre capitalismo y patriarcado. Heidi Hartmann y Zillah Einsestein son unas de las teóricas más sobresalientes
en la investigación de esta problemática.
Otra corriente, procedente del psicoanálisis, se ha dedicado casi
monográficamente a la introspección de la esencia de lo femenino. Considera que
solo existe lo femenino y lo masculino, pero no lo genéricamente humano. Propone
que cada sexo se autoafirme y no se mixtifique impostando ámbitos de
neutralidad, a la vez que profundiza su sexualidad irreductiblemente original.
La teórica más representativa de esta tendencia es la italiana Lucy
Irigaray.
Celia Amorós, Historia del feminismo:¿emancipación de las mujeres?, Babelia. El País, 19/05/2012
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