La societat evoluciona mitjançant la metamorfosi.
Hoy, por el contrario, las webcams son el gran deseo de las
conferencias internacionales y no basta la voz del otro para tenerlo aquí, más
cerca, más real. La imagen ha ganado mucho terreno a la imaginación. Como, de la
misma manera, la emoción ha robado prestigio a la reflexión. En ambos casos la
instantaneidad ha vencido al proceso y el suceso puro a su explicación. De
hecho, todos los medios son ya sensacionalistas en una u otra proporción.
Internet, las redes sociales, Twitter o Facebook han logrado
tanto éxito porque han venido a brotar en un momento en que existía una fuerte
demanda de comunicación. Pero no ya de una comunicación a la vieja usanza, en la
que se comprometía mucho el yo, sino una comunicación efímera y fragmentaria,
cambiante y removible a la manera en que la cultura de consumo ha enseñado a
adquirir.
Una pareja para toda la vida fue un modelo consecuente con la
idea de un sólido y firme proyecto de vida. Varias parejas en la vida y, por lo
tanto, de más frágil y breve duración, se corresponde con el paradigma del
comportamiento consumidor. Ni las cosas duran mucho ni tampoco la comunicación
personal. Ni mantenemos mucho tiempo la interrelación con un objeto ni tampoco
con los sujetos.
En mi libro Yo y tú, objetos de lujo empleé el término
personismo para describir esta nueva relación característica de la Red.
No nos comprometemos con una persona (o con una ideología, o con una profesión o
con una marca) para toda la vida. No nos disponemos para mantener un matrimonio
"hasta que la muerte nos separe" y, en consecuencia, para soportar rayos y
truenos con el fin sagrado de llegar ser dos "en una misma carne y en la misma
sangre". Todo ello ha dejado de ser parte de la actualidad.
Lo que hacemos con las personas, a imagen y semejanza de lo que
hacemos con los objetos, es consumir de cada una el sorbo que nos gusta y
descartar casi todo lo demás. Y este es el gran principio que instaura la
Red.
La Red comunica y abate el mortal hiperindividualismo de
finales de los años noventa. La red nos enlaza. Nos enlaza pero no nos ata. Y
menos para siempre. Degustamos de unos la misma afición al póker, de otros, su
inclinación por el gore y de otros más, su sentido del humor. Con ninguno de
ellos establecemos una vinculación integral sino anecdótica. No una vinculación
universal sino parcelada. Y frágil y temporera.
Este es el mundo de hoy. El mundo que ha ido formando la
cultura del consumo sustituyendo a la cultura del ahorro y la inversión cabal.
¿Bueno? ¿Malo? ¿Regular? La pregunta resulta impertinente porque aceptando que
la sociedad es un organismo vivo y evoluciona mediante metamorfosis, ¿qué será
mejor, el capullo o la mariposa, el gusano de seda o su crisálida
primordial?
Vicente Verdú, El personismo, El Boomeran(g), 23/05/2012
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