Què ha quedat del 15-M?
by Dani Sanchis |
Si el movimiento del 15-M no se hubiera producido, habríamos debido suponer
que nuestro país estaba peor de lo que creíamos. Si ante la ofensiva de recortes
a la democracia y la prepotencia de esos capitales financieros que han asumido
el control de la economía la gente joven -y no tan joven- hubiera aceptado
resignadamente la situación, habría que abandonar toda esperanza.
Pero se trata de saber ahora si ese movimiento tiene un efecto transformador
en la sociedad española o si se limita a un desahogo pasajero cuyos resultados
se diluyen en movilizaciones más o menos pintorescas. No han faltado opiniones
en este último sentido, no solo desde la derecha sino desde cierta izquierda que
desconfía de algaradas y manifestaciones. Según estos críticos, los movimientos
populares que no se integran en instituciones como partidos o sindicatos están
condenados a la inoperancia y a una pronta desaparición.
Aunque resulte obvio, lo primero que hay que comprender es la complejidad que
implica un movimiento como el 15-M, que carece de una dirección centralizada y
en el cual confluyen sectores de distintos partidos políticos, jóvenes
preocupados por su futuro laboral, militantes antisistema, intelectuales
críticos, ciudadanos en paro, gente que se asoma por primera vez a la política,
abuelos indignados y hasta grupos cuyo único objetivo es divertirse en
manifestaciones festivas. Las propuestas que han surgido desde sus filas
muestran esta diversidad: desde consignas claramente anarquistas hasta
razonables sugerencias sobre el funcionamiento de las instituciones
democráticas, pasando por aspiraciones que rozan la utopía. En algunos pocos
casos sus actividades han incluido destrozos de mobiliario urbano y agresiones a
la policía. Otros grupos han tenido un exquisito cuidado por evitar la violencia
en cualquiera de sus formas.
¿Desvaloriza esta diversidad al movimiento en su conjunto? Creo que no,
siempre que se espere de él lo que se puede esperar. Su origen tiene mucho que
ver con
la decepción de los jóvenes ante los partidos políticos, al menos con los
mayoritarios, y sería erróneo exigirle que siguiera el modelo de esas
organizaciones. Muchas críticas al 15-M le pedían que presentara propuestas
articuladas y factibles, proyectos de transformación de la sociedad que
incluyeran la descripción de los pasos concretos para realizarlos. Todo ello sin
comprender que tal tarea es propia de los partidos. Los dirigentes que hablan -y
lo hacen sin cesar- de "escuchar las necesidades del pueblo y recoger sus
aspiraciones" hubieran podido encontrar en el movimiento un abundante material
de reflexión. Por ejemplo: es verdad que del movimiento surgieron algunas voces
contrarias a la democracia parlamentaria, pero no fueron las únicas ni las
mayoritarias. Por el contrario, una de las primeras reivindicaciones que se
plantearon fue una reforma de la ley electoral que permitiera la representación
proporcional en el Congreso y las listas abiertas, propuestas que si se hubieran
aceptado en su momento quizás nos hubieran librado de la agobiante mayoría
absoluta que soportamos. De hecho, sus principales propuestas concretas no han
sido asumidas por los partidos mayoritarios, como la dación en pago, la banca
pública o la reforma fiscal.
Pero queda en pie la pregunta acerca de la importancia objetiva de ese
movimiento, es decir, de su capacidad para influir en el curso de la vida
política y social. Creo que sus resultados son ante todo pedagógicos. Mucha
gente, sobre todo gente joven, dedicó por primera vez en su vida una parte
importante de sus energías a discutir sobre la vida política y social, a recoger
información que nunca le había interesado, a compartir puntos de vista con otros
jóvenes, incluso de fuera de España, a organizar una asamblea o una acampada. Y
esos jóvenes, pasada la euforia inicial, vuelven a sus lugares de estudio y de
trabajo, a sus casas y al grupo de sus amigos con algunos cambios en su cabeza:
si estos cambios son capaces de producir algún efecto en la vida personal y
social de los participantes, dependerá de cada caso. Pero estadísticamente se
puede esperar que un grupo numeroso de jóvenes que han pasado por ese
aprendizaje hayan comprendido que la política importa, que la realidad que están
viviendo no es la única posible y que hay muchas personas que pretenden lo mismo
que ellos. Esos cambios pueden ser importantes en el futuro.
Sobre todo teniendo en cuenta que los jóvenes no han sido los únicos. Uno de
los aspectos originales del 15-M, que lo diferencia de otros movimientos
similares como el mayo del 68 francés, consiste en la participación de gente de
todas las edades, curiosamente con cierto protagonismo de ancianos. Desde la
publicación del librito de Stephan Hessel, que fue uno de los detonantes del
movimiento, hasta las intervenciones de José Luis Sampedro y la aparición de los
yayo flautas, el 15 M ha logrado interesar a sectores muy distintos de la
sociedad, jubilados incluidos (como el que esto escribe). Y ha conseguido
también una cierta simpatía de grupos de población muy alejados de cualquier
movilización callejera, sobre todo gracias a haber mantenido su carácter de
protesta pacífica, apenas empañada por algunos pequeños grupos. La violencia, en
cualquiera de sus formas, además de ser inútil asegura el aislamiento social de
quienes la ejercen, al menos en nuestra situación actual.
Creo que este movimiento puede dejar un poso significativo siempre que logre
evitar el vicio secular de la izquierda: el sectarismo, las luchas internas por
parcelas de poder que ya han comenzado a manifestarse en su seno. Todos los
cambios históricos importantes han sido precedidos por una lenta transformación
de la opinión pública, que deja de mirar como naturales e inevitables las
estructuras de la sociedad en la que viven y comienzan a aspirar a un escenario
distinto. Y en este momento, en que el sistema democrático ha sido parcialmente
sustituido por el gobierno de anónimos financieros que deciden sobre nuestro
sistema sanitario y educativo y llegan a modificar nuestra Constitución para
adecuarla a su ideología, es importante que la opinión pública comprenda que
esta situación no es la única posible y que existen recursos para recuperar el
control de nuestra vida pública. Si este cambio será posible y si el 15-M ha
contribuido modestamente a ello, lo veremos en el futuro.
Augusto Klappenbach, La pedagogía del 15-M, Público, 10/05/2012
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