Ciutadania sense afany de lucre.
Martha C. Nussbaum |
En esta obra, Nussbaum pasa revista a centros escolares y universitarios de
diferentes latitudes. Hace especial mención de la India y de las sugestivas
teorías educativas de Rabindranath Tagore, de cuyo nacimiento acaban de
cumplirse precisamente 150 años. Hablando de las deficiencias de formación en
ese país, recoge un testimonio que bien podría también asignarse al nuestro: “La
mayoría de ellos (los escolares) fueron criados con la idea de que conseguir un
buen trabajo es el objetivo principal de la educación. El concepto de que las
personas deben aprender cosas que las preparen para ejercer su ciudadanía de
manera activa y reflexiva es una idea que jamás se les cruzó por el camino”. En
un libro anterior y más extenso, Cultivar la humanidad, la autora
sostiene la importancia para el civismo de combatir los prejuicios sexistas y
rechaza expresamente la acusación de “adoctrinamiento” que suele darse a tales
planteamientos. Más allá de que sus opiniones puedan y deban ser discutidas,
puesto que como se exponen argumentadamente buscan serlo, uno no puede por menos
de felicitar a la profesora Nussbaum por su precaución de nacer en Nueva York y
dar clases en Chicago. Gracias a ello su reputación, por polémica que sea, la ha
merecido el Príncipe de Asturias. Si por descuido hubiese nacido aquí y diera
clases en un instituto de Leganés, ahora quizá lamentase que no le hubieran
renovado el contrato por subversiva…
Con la Educación para la Ciudadanía, el problema es que en España todo el
mundo ha boicoteado la asignatura. Como soy de los que lucharon por una
educación cívica desde mucho antes que Zapatero y su gobierno estuviesen en la
mente del Señor, puedo asegurarles que la izquierda se oponía a ella con no
menos empeño que después la derecha clerical. ¡Cuántas veces hemos tenido que
oír esa memez de que iba a ser una nueva versión de la Formación del Espíritu
Nacional! Según ese razonamiento, debería haberse suprimido la asignatura de
historia del bachillerato, puesto que la profesada por el franquismo era
tendenciosa… Lo que por lo visto resulta inaceptable en este país es formar
ciudadanos no de izquierdas o de derechas, sino capaces de saber lo que
necesaria y constitucionalmente todos compartimos para después ser capaces de
elegir razonadamente sus preferencias políticas.
Cada cual tacha de “ideológicos” los aspectos del posible temario que le
contrarían: ya se sabe, ideología es lo que tienes tú, mientras que lo mío es
razón. Intentar convencer a políticos o medios de comunicación sectarios de que
tan reaccionarias son las “sensibilidades” que se ofenden por la denuncia de la
homofobia como la de quienes se sublevan al oír hablar de “nacionalismos
excluyentes” es tiempo perdido. Cada cual tiene su Iglesia y nadie va a apearse
de su superstición favorita…y favorable. Y peor si intentamos —como sería
imprescindible en esa asignatura bien entendida— decir algo sensato sobre cómo
funcionan las leyes y los tribunales que, con aciertos y errores, deben
aplicarlas. ¡Pero si entre nosotros figurones políticos o mediáticos admiten que
las sentencias deben atenerse al clima político del momento y no a las
circunstancias legales de cuando se cometieron los delitos o infracciones! No
hay mejor argumento a favor de la Educación para la Ciudadanía que los debates
en que se discute su verosimilitud o sus contenidos. Pero también dejan claro
que ya la asignatura llega demasiado tarde y que no hay modo de salvarla de sus
variopintos adversarios. Sólo cuenta con una mísera hora semanal y con una
plétora temática recargada hasta el absurdo de detallismos maniáticos, que
además cada Comunidad parece dispuesta a interpretar a su modo, es decir de
acuerdo con los prejuicios de quienes la gobiernan. Ante esta situación, sólo
cabe repetir la opinión clásica: “imposible la dejasteis, para vos y para
mí”.
No es solo la dificultad de consensuar los temarios: hasta los métodos mismos
de evaluación conspiran actualmente contra la educación para la ciudadanía. Si a
unos alumnos ya conformados para la fragmentación por el záping de imágenes y el
apócope de twitter (cuyos modelos, como diría Cioran, son el telegrama y el
epitafio) se les imponen pruebas tipo test, que excluyen la argumentación y los
matices razonados, el resultado es bloquear el discurso cívico de corte
“socrático”, según la nomenclatura de Martha Nussbaum. Como dice la laureada
profesora norteamericana, “en tanto los exámenes estandarizados se convierten en
la norma para evaluar el desempeño de las escuelas, los aspectos socráticos de
los programas curriculares y de los métodos pedagógicos corren riesgo de quedar
atrás”. Más bien tienden a desaparecer, diría yo.
Pero es de suponer que todo forma parte de un mismo proceso en el que los
aspectos objetivos de la instrucción descartan o minimizan los elementos que
predisponen a la persuasión y por tanto preparan para el debate. Hay que evitar
la confrontación a fin de respaldar una unanimidad de criterio, impuesta de
antemano y no resultado del equilibrio entre razones contrapuestas. Es aquí
donde el ciudadano se extingue, como una fastidiosa reliquia del pasado
improductivo. Ya no cuenta, ya no vale. Es muy significativo que sean las dos
Comunidades que abiertamente han solicitado la retirada completa y definitiva de
la Educación para la Ciudadanía —Madrid y Cataluña— las que se disputan el
privilegio de dar albergue a ese proyecto de “Eurovegas” que alguien ha
calificado con poca finura pero indudable precisión como “casa de putas”. En
efecto, la formación de ciudadanos pareció por un momento una buena idea pero se
ha revelado fuente de discordias, de modo que apostemos ahora por las putas. A
ver si hay más suerte…
Fernando Savater. Los adversarios de la ciudadanía, El País, 31/05/2012
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