Rawls i les emocions polítiques (1a part).
John Rawls La sociedad puede muy bien inculcar el desagrado y la indignación por la vulneración de los derechos políticos básicos de las personas. En esencia, no debería ser más objetable pedir a las personas que se sientan apegadas a unos principios políticos buenos que pedirles que crean en ellos y, de hecho, toda sociedad dotada de una concepción operativa de la justicia educa a sus ciudadanos y ciudadanas para que consideren que esa concepción es correcta. En las escuelas públicas no se reserva el mismo tiempo al racismo que al antirracismo. La cuidadosa neutralidad que un Estado liberal observa (y debe observar) en materia de religión y doctrinas comprehensivas no es extensiva a los fundamentos de su propia concepción de la justicia (fundamentos tales como la igual valía de todos los ciudadanos y ciudadanas, la importancia de determinados derechos fundamentales y el rechazo de diversas formas de discriminación y jerarquía). Podría decirse que un Estado liberal pide a ciudada