Amor i filosofia en la filosofia de Plató (Pierre Hadot).
En cierta medida, la ética del diálogo que es, en Platón, el ejercicio espiritual por excelencia, se vincula con otro
procedimiento fundamental: la sublimación del amor. Según el mito de la
preexistencia de las almas, el alma vio, cuando aún no había descendido al
cuerpo, las Formas, las Normas trascendentes. Al caer en el mundo sensible las
olvidó, y ya ni siquiera puede reconocerlas intuitivamente en las imágenes que
encontrará en el mundo sensible. Pero sólo la Forma de la belleza tiene el
privilegio de aparecer todavía en esas imágenes de ella misma que son los
cuerpos bellos. La emoción amorosa que el alma siente ante tan bello cuerpo es
provocada por el recuerdo inconsciente de la visión que tuvo de la belleza
trascendente en su existencia anterior. Cuando el alma experimenta el más
humilde amor terrestre, es esta belleza trascendente la que la atrae. Aquí
encontramos el estado del filósofo del que hablaba el Banquete, estado de extrañeza, de contradicción, de desequilibrio
interior, pues el que ama está desgarrado entre su deseo de unirse carnalmente
al objeto amado y su impulso hacia la belleza trascendente que lo atrae a
través del objeto amado. El filósofo se esforzará pues por sublimar su amor,
intentando mejorar el objeto de su amor. Su amor, como lo dice el Banquete, le dará esa fecundidad espiritual que se manifestará en la práctica
del discurso filosófico. Podemos descubrir aquí en Platón la presencia de un elemento irreductible a la racionalidad
discursiva, heredado de Sócrates, el
poder educador de la presencia amorosa: "No aprendemos más que de quien
amamos” (Goethe, Conversaciones con Eckermann, 12 de mayo
de 1825)
Por otro lado, bajo el efecto de la atracción inconsciente de la Forma de
la belleza, la experiencia del amor, dice Diotima en el Banquete, se elevará de la belleza que está en los cuerpos a la que
está en las almas, luego en las acciones y en las ciencias, hasta la súbita
visión de una belleza maravillosa y eterna, visión que es análoga a aquella de
la que goza el iniciado en los misterios de Eleusis, visión que supera toda
enunciación, todo discurso, mas engendra en el alma la virtud. La filosofía se
vuelve entonces la experiencia vivida de una presencia. De la experiencia de la
presencia del ser amado nos elevamos a la experiencia de una presencia
trascendente.
Decíamos antes que la ciencia, en Platón,
nunca es pura mente teórica: es transformación del ser, es virtud, Y podemos
decir ahora que también es afectividad. Sería posible aplicar a Platón la fórmula de Whitehead: "El concepto siempre
está revestido de emoción". La ciencia, hasta la geometría, es un
conocimiento que compromete la totalidad del alma, que siempre está vinculada
con Eros, con e! deseo, con el impulso y con la elección. "La noción de
conocimiento puro, es decir, de puro entendimiento, decía también Whitehead, es totalmente ajena al
pensamiento de Platón. La época de
los profesores aún no había llegado." (A.
Parmentier, La philosophie de
Whitehead et le problème de Dieu, Paris 1968) (82-83)
La filosofía como modo de vida.
Pierre Hadot, ¿Qué es la
filosofía antigua?. Fondo de Cultura Económica, México 1998
Comentaris