Sòcrates, model de filòsof ideal (Pierre Hadot).
Sócrates propone, a
los ojos de sus conciudadanos, un trastocamiento total de los valores que les
parece incomprensible:
Si, por otra parte, digo que el mayor bien para un hombre es precisamente éste, tener conversaciones cada día acerca de la virtud y de los otros temas de los que vosotros me habéis oído dialogar cuando me examinaba a mí mismo y a otros, y si digo que una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre, me creeréis aún menos. (Apología 38a)
Sus conciudadanos no pueden percibir su invitación a cuestionar de nuevo
todos sus valores, toda su manera de actuar, a cuidar de sí mismos, sino como
una ruptura radical con la vida cotidiana, con las costumbres y las
convenciones de la vida común, con el mundo que les es familiar. Y de hecho
esta invitación a cuidar de sí mismo, ¿no sería un llamado a desprender se de
la ciudad, viniendo de un hombre que, en cierta manera, estaría él mismo fuera
del mundo, ato pos, es decir, desconcertante, inclasificable, inquietante? ¿No
sería entonces Sócrates el prototipo
de la imagen tan difundida y, además, final mente tan falsa, del filósofo que
huye de las dificultades de la vida para refugiarse en su buena conciencia?
Pero por otra parte el retrato de Sócrates,
tal cual lo dibuja. Alcibíades en el Banquete
de Platón, y de hecho también Jenofonte, nos revela por el contrario
un hombre que participa plenamente en la vida de la ciudad, en la vida de la
ciudad tal cual es, un hombre casi ordinario, cotidiano, con mujer e hijos, que
conversa con todo el mundo en las calles, en las tiendas, en los gimnasios, un
hombre regalón capaz de beber más que nadie sin embriagarse, un soldado
valeroso y resistente .
El cuidado de sí mismo no se opone pues al interés en la ciudad. De manera
totalmente notable, en la Apología de
Sócrates y en el Critón, lo que Sócrates proclama como su deber, como aquello a lo que debe
sacrificar todo, hasta su vida, es la obediencia a las leyes de la ciudad, esas
"leyes" personificadas, que, en el Critón, exhortan a Sócrates a no abandonarse a la tentación de
evadirse de la cárcel y de huir lejos de Atenas, haciéndole comprender que su
salvación egoísta sería una injusticia con respecto a Atenas. Esta actitud no
es conformismo, pues Jenofonte hace
decir a Sócrates que se puede
"obedecer a las leyes deseando que cambien, como se sirve en la guerra
deseando la paz". Merleau-Ponty lo
recalcó: "Sócrates tiene una manera de obedecer que es una manera de
resistir"; se somete a las leyes para demostrar, en el seno mismo de la
ciudad, la verdad de su actitud filosófica y el valor absoluto de la intención
moral. No hay, pues, que decir con Hegel
"Sócrates huye a sí mismo para buscar ahí lo justo y lo bueno", sino
con Merleau-Ponty,"pensaba que
no se puede ser justo a solas, que al serlo a solas se deja de serlo".
El cuidado de sí mismo es, pues, indisolublemente cuidado de la ciudad y
los demás, como lo vemos en el ejemplo del propio Sócrates, cuya razón de
vivir es ocuparse de los demás.(…)
Así Sócrates está, en efecto,
fuera del mundo y en: el mundo, trascendiendo a los hombres y a las cosas por
su exigencia moral y el compromiso que implica, mezclado a los hombres y a las
cosas, porque no puede haber verdadera filosofía sino en lo cotidiano. Y, en
toda la Antigüedad, Sócrates seguirá
siendo el modelo del filósofo ideal, cuya obra filosófica no es más que su vida y su muerte. (49-50)
La definición platónica del filósofo.
Pierre Hadot, ¿Qué es la
filosofía antigua?. Fondo de Cultura Económica, México 1998
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