La tradicionalitat existencial dels cínics (Michel Foucault).
Los cínicos no se preocupan tanto por enseñar una doctrina como por transmitir
esquemas. Se valen, para la transmisión de esos esquemas de vida, menos de una
enseñanza teórica, dogmática, que de modelos, anécdotas, ejemplos. Estos
ejemplos, anécdotas, relatos se atribuyen sea a figuras históricas precisas,
sea padres fundadores –como Crates y
Diógenes, que existieron, a no
dudar, pero cuya realidad histórica quedó cubierta a continuación por elementos
narrativos completamente ficticios, de tal modo que es muy difícil recuperar el
núcleo mismo de su doctrina-, sea incluso a figuras del todo legendarias y
míticas como Heracles. (…) Pero a través de esas incertidumbres sobre la
historia del cinismo y la realidad de su doctrina, me parece que, en la manera
que tenía de transmitirse por los ejemplos y las anécdotas, la enseñanza cínica
encontró, propuso un modo de tradicionalidad que es interesante y fue
importante. Esta tradicionalidad de la enseñanza cínica, que pasaba por modelos
de comportamiento, matrices de actitudes, pues bien, adoptaba la forma ya fuera
de anécdotas breves que se denominaban khreiai
y que contaban, en algunas palabras, un gesto, una réplica, la actitud de un
cínico en una actitud determinada, ya fuera de recuerdos, relatos más largos en
los cuales se refería todo un episodio de la vida cínica. Había también
chistes, anécdotas, que se llamaban paignía,
anécdotas que hacían reír (paizein) y
eran una suerte de kheriai, pero
graciosas, irónicas.
En contraste con la tradicionalidad cínica, en la Antigüedad existía la
tradicionalidad doctrinal que consistía en la reactualización de un núcleo de
pensamiento olvidado y desconocido, con el objetivo de hacer de él, al
reactualizarlo, el punto de partida y el principio de autoridad de un
pensamiento que se da en relación, a la vez variable y compleja, de identidad,
de alteridad con el pensamiento inicial. Esta tradicionalidad doctrinal, fue
desde luego muy importante para la transmisión de doctrinas filosóficas como el
platonismo y el aristotelismo, el estoicismo hasta cierto punto, ya mucho menos
el epicureísmo y casi nada el cinismo.
Junto a ello, el cinismo –y también, hay que decirlo, en cierta medida el
epicureísmo- practicó lo que podríamos llamar no una tradicionalidad de
doctrina, sino una tradicionalidad de existencia. La tradicionalidad de
existencia se fija como objetivo no la reactualización de un núcleo de
pensamiento primigenio, sino la rememoración de los elementos y episodios de vida,
elementos y episodios que ahora se trata de imitar a los cuales es preciso
volver a dar vida, no porque hayan sido olvidados como en la tradicionalidad
doctrinal, sino porque hoy ya no estamos a la altura de esos ejemplos, porque
un declive, un debilitamiento, una decadencia nos han hecho perder la
posibilidad de hacer otro tanto. Digamos, de manera esquemática, que la tradicionalidad
doctrinal permite mantener o retener un sentido más allá del olvido. La
tradicionalidad de existencia permite, en cambio, recuperar la fuerza de una
conducta más allá de un debilitamiento moral. (…)
A través de la tradicionalidad de existencia practicada por los cínicos
vemos aparecer –es muy claro en los cínicos, mucho más que en cualquier otra
forma de filosofía, e incluso mucho más que en el epicureísmo o el estoicismo-
esa figura tan importante que es la del héroe filosófico. (225-227)
Clase del 7 de marzo de 1984. Primera hora.
Michel Foucault, El coraje de la verdad, Fondo
de Cultura Económica, Buenos Aires 2010
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