Les "Meditacions" cartesianes, exemples d'exercicis espirituals (Pierre Hadot).
Cuando Descartes elige dar a una
de sus obras el título de Meditaciones,
sabe muy bien que, en la tradición de la espiritualidad antigua y cristiana, la
palabra significa un ejercicio del alma. Cada Meditación es en realidad un ejercicio espiritual, es decir, precisamente
un trabajo de sí sobre sí mismo, que es necesario haber terminado para pasar a
la siguiente etapa. (…) Pues si Descartes habla en primera persona, si
hasta evoca la chimenea ante la cual está sentado, la bata que lleva puesta, el
papel que hay frente a él, y si describe los sentimientos en los que se
encuentra, en realidad quiere que sea su lector quien recorra las etapas de la
evolución interior que describe: dicho de otra manera, el "Yo"
empleado en las Meditaciones es de hecho un "Tú" dirigido al lector.
Aquí encontramos el movimiento tan frecuente en la Antigüedad, por medio del
cual se pasa del yo individual a un yo elevado al plano de la universalidad.
Cada Meditación no trata más que de
un tema, por ejemplo la duda metódica en la primera Meditación, el descubrimiento
del yo como realidad pensante en la segunda. Su objetivo es que el lector pueda
asimilar bien el ejercicio practicado en cada Meditación. Aristóteles
había dicho: "Se requiere tiempo para que lo que aprendamos forme parte de
nuestra naturaleza". A su vez, Descartes
sabe también que se necesita una larga "meditación" para hacer entrar
en la memoria la nueva con ciencia de sí, conquistada de esta manera. Dice a
propósito de la duda metódica: "No pude eximirme de dedicarle toda una
Meditación; y desearía que los lectores no sólo invirtieran el poco tiempo que
se necesita para leerla, sino algunos meses o por lo menos unas cuantas semanas
para considerar las cosas de las que trata, antes de seguir adelante".
Y, en lo tocante a la manera de tomar conciencia del yo como realidad
pensante: "Hay que examinarlo a menudo y considerarlo mucho tiempo[ ... ]
lo que me pareció una causa lo bastante justa para no abordar otro tema en la
segunda Meditación".
También la tercera Meditación se presenta en sus primeras líneas como un
ejercicio espiritual muy platónico, pues se trata de separarse radicalmente del
conocimiento sensible: "Ahora cerraré los ojos, me taparé los oídos, hasta
borraré de mi pensamiento todas las imágenes de las cosas corporales[ ... ] y
así, conversando sólo conmigo mismo y considerando mi interior, procuraré
volverme poco a poco más conocido y más familiar a mí mismo".
De manera más general, no me parece que la evidencia cartesiana sea
accesible a cualquier persona. En efecto, es imposible no reconocer la
definición estoica de la representación adecuada o comprensiva en las líneas
del Discurso del método que evocan el
precepto de la evidencia: "El primero era jamás aceptar cosa alguna como
verdadera si yo no la conocía evidentemente como tal, es decir, evitar con
esmero la precipitación y la prevención y no comprender nada más en mis juicios
que lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese
ningún motivo para ponerlo en duda".
Es exactamente la disciplina estoica del asentimiento, y, como en el
estoicismo, no es accesible indiferentemente a cualquier espíritu, pues exige
también una ascesis y un esfuerzo que consiste en evitar la
"precipitación" (aproptósia,
propeteia}. No siempre se aprecia con
exactitud hasta qué punto la concepción antigua de la filosofía está siempre
presente en Descartes, por ejemplo,
en las Cartas a la princesa Isabel,
que de hecho son, hasta cierto punto, cartas de dirección espiritual. (285-287)
La edad media y los tiempos modernos.
Pierre Hadot, ¿Qué es la
filosofía antigua?. Fondo de Cultura Económica, México 1998
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