Contra la fada padrina que portem dintre.
Empecemos con un cuento. El de La Cenicienta . Pero no nos fijaremos ni en el zapato de cristal, ni en la calabaza que se convierte en carruaje, ni en el príncipe azul. Vamos a poner nuestra atención en la cantidad de tareas que debe hacer Cenicienta antes de ir al baile. Fregar, limpiar, planchar, ordenar, cocinar y volver a fregar, limpiar, ordenar… Lógicamente, cuando llega la hora de ir al baile, que es lo que realmente le hace ilusión y lo que de verdad cambiará su vida, está tan cansada que necesita la mágica ayuda del Hada Madrina para conseguirlo. Sin ella, Cenicienta se hubiera quedado en casa, cansada y pensando con ansiedad en todo lo que aún le queda por hacer y en todo aquello para lo que no tendrá tiempo. Pues bien, nosotros no somos muy diferentes a ella. Antes de poder asistir a nuestros bailes, es decir, a aquello que realmente nos hace ilusión, nos motiva y quién sabe si también puede cambiar nuestras vidas, nos vemos inmersos en un sinfín de quehaceres: