Neoliberalisme d'Estat.
En los últimos tiempos se nos presenta un debate entre los economistas ortodoxos de las corrientes keynesianas y neoclásicas, que a veces se trata de ejemplificar en las formas en que EEUU y la UE están afrontando la crisis. Unos apuestan por un supuesto keynesianismo comprometido con el estímulo y otros, los neoclásicos, con la austeridad. Pero, detrás de esta disyuntiva, ¿hay realmente una confrontación o se está mostrando confusamente lo que son dos rasgos complementarios de una misma política neoliberal?.
En primer lugar, los economistas de la escuela austriaca, como bien sabéis, los más ultraliberales, vienen advirtiendo en los últimos años que en realidad las políticas aplicadas en la UE son enormemente intervencionistas por el papel del BCE, y que por eso los ciclos de la economía privada están alterados, al impedirse la destrucción creadora propia de la crisis. La crisis, para ellos, es buena. Naturalmente, su posición, enormemente sesgada y muy derechista, no se sustenta sólo en una observación subjetiva, sino también en algunos hechos que sí aciertan a señalar.
Por muy lejos que estemos de estos autores, que sin embargo conviene no ignorar, hay una parte de verdad en lo que dicen.
Vengo afirmando que el neoliberalismo realmente existente difiere enormemente del esperado por la escuela neoclásica y austriaca. Sólo un rasgo se está confirmando: el ajuste salarial y social permanente. Pero otros dos no: las políticas monetarias restrictivas y la restricción del gasto público. En la práctica, podemos hablar que lo que estamos enfrentando estriba en un neoliberalismo de estado. No hay menos Estado y más mercado, sino más Estado proburgués y un mercado oligopólico más lucrativo y blindado para las oligarquías gran capitalistas. En la revista Nuestra Bandera, próximamente se publicará un artículo firmado por mí en la que demuestro empíricamente esta afirmación.
Realmente no hay una oposición entre cierto keynesianismo (el de la síntesis neoclásica, que Samuelson inauguró, y del que es tributario, por ejemplo, el conocidísimo Paul Krugman) y la escuela neoclásica, a la hora de definir lo que cabe entender por neoliberalismo. A este respecto, hay que hacer un distingo con las escuelas postkeynesianas y otras escuelas de economía radical, o las corrientes que beben de autores como Kalecki o Joan Robinson, que no tienen la misma orientación, y aunque herederos o paralelos a Keynes, toman las partes más sensatas de su modelo y adoptan una interpretación de economía política más útil y menos tecnocrática. Su planteamiento más cabal no equivale tampoco que estén siempre en lo cierto (a este respecto, sugiero dos artículos colgados en Sin Permiso de Steve Keen, que critica la negación de Krugman del papel del sistema bancario y el endeudamiento, y Alejandro Nadal, que apuesta por superar el keynesianismo y el neoliberalismo en favor del marxismo).
En la práctica, la economía dominante aplicada ahora se desprendió de algunos puntos del viejo keynesianismo, pero no abandonó otros, y adoptó nuevas recetas procedentes de escuelas más conservadoras aún, en un híbrido mal diseccionado por los analistas de nuestro tiempo.
Uno de los debates abiertos recientemente es la supuesta oposición entre las políticas económicas de Obama y las de Bruselas y los países de la UE. Cabría hablar, a mi juicio, de líneas de política económica diferenciadas, más que opuestas en sí. Es verdad que la política monetaria ultraexpansiva de EEUU (o de Japón) y los estímulos fiscales (es decir, fuertes desfiscalizaciones al capital, fundamentalmente, en un supuesto propósito de liberar recursos para la inversión privada) no son exactamente iguales que las políticas implantadas en la UE y que sus resultados no están siendo los mismos. Ahora bien, ni Obama es exactamente un keynesiano (y desde luego nada de izquierdas) ni las medidas de Bruselas y los países vinculados son tan austeros. Los estímulos fiscales y la política ultraexpansiva de Obama sólo lo son en grado, y no en calidad, más intensas que las establecidas en la UE. En segundo lugar, el "keynesianismo" de Obama no está planteado para una mayor inversión pública, con mayores ingresos públicos, para generar empleo, como pudo procurar en su día, en los años 30, Roosevelt, nada más lejos, sino que está orientado a sostener a la banca privada norteamericana.
En realidad, las políticas europeas son sólo algo menos ultraexpansivas -lo cuál da igual, porque en ambos espacios económicos reina la trampa de la liquidez y poca eficacia ofrecen las políticas monetarias-. En materia de gasto público, no ha habido contención alguna.
Lo que se ha producido es una profunda metamorfosis de las funciones del Estado. Por un lado en las formas en cómo se ha financiado el gasto público, porque se ha escogido financiarse más con deuda y menos con impuestos. Por otro, porque el destino de estos recursos han ido a salvar a la banca y el capital de las grandes empresas con poder de lobby, y no a las inversiones y políticas sociales o de empleo útiles a la sociedad.
Entonces, ¿cómo explicar que EEUU ahora remonte y no lo haga la UE?. Las razones son ajenas a los anteriores parámetros.
En primer lugar, la salida de la recesión (en cualquier caso, débil) en EEUU tiene mucho más que ver con su papel de economía que dispone de la moneda de reserva internacional que goza más respaldo a escala internacional, al funcionar en la práctica como moneda refugio debido al papel de gendarme de la burguesía mundial que ejerce EEUU; también por el papel de la Reserva Federal al poder prestar directamente al Estado, cosa prohibida en la UE con su banco central; así como con los flujos de excedente obtenidos y retornados de las inversiones transnacionales del capital norteamericano en los países emergentes donde invierte, y en los que encuentra cierta complicidad con los gobiernos que allí dirigen. Además, el ajuste salarial en EEUU se ha producido de manera efectiva, y se ha conseguido restaurar parcialmente las tasas de beneficio. Eso se está haciendo ahora en Europa, pero aún no se ha culminado. En Europa, además, resulta fundamental distinguir la realidad de los países centrales de las periferias del sur y este europeo, pues son estas últimas las que peor lugar tienen en este escenario debido a las políticas de la UE y de los gobiernos que las acatan, que impiden el desarrollo de los países del sur y privilegia y afianza a los capitales centroeuropeos. En cierta manera, también es cierto que la descoordinación europea y su falta de integración real resultan un handicap, y cuando hay integración es para hacer políticas recesivas o, cuanto menos, inoperantes para afrontar la crisis. Entre otras cosas porque la crisis es sistémica y sólo cambiando políticamente de modelo es posible desafiar los problemas que vivimos.
En cualquier caso, las economías estadounidense y europeas están en retroceso, incluso en decadencia, y las perspectivas oscilarán entre crecimientos rampantes y nuevas recesiones más profundas, en las que las políticas en vigor son incapaces de dar respuesta. La incógnita, si no hay cambios políticos del modelo socioeconómico, son los países emergentes, y la posición y relación que establezcan con ellos.
Además, las economías occidentales, lastradas por el endeudamiento y la financiarización, están intimamente relacionadas. China y Alemania son acreedores netos y EEUU y el resto de Europa deudores. EEUU además dispone de los CDS y es acreedor a su vez de Europa al proveer créditos baratos a la banca europea, y lo es a gran escala. La debilidad Europea, tocada de muerte, en caso de inaugurarse una serie de impagos de deuda (privada, la que tiene más peso, y pública), como los ya iniciados en Grecia, arrastrarán a la economía norteamericana, que, por eso, también ha puesto al frente de la intervención al FMI para que acompañe las medidas del BCE.
En mi opinión, este diagnóstico es básico para comprender lo que pasa. Y hay muchos esquematismos por ahí que de poco sirven en este contexto.
Daniel Albarracín, La disputa keynesianos-neoclásicos y Obama-Bruselas ¿un espejismo?, Sin permiso, 27/04/2012
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