Michael Sandel, crític del liberalisme rawlsià.




En 1971, John Rawls escribió Teoría de la Justicia, la obra más importante de la filosofía política en la segunda mitad del siglo XX y objeto de la primera gran crítica de Sandel. El libro, que luego se completó con Liberalismo político y Justicia como equidad, pretendía llevar a “un nivel de abstracción superior la teoría del contrato social” y sentar las bases para la ordenación de una sociedad liberal.

La idea rawlsiana descansa sobre el concepto de la posición original y el velo de la ignorancia. Imaginemos que estamos en una “posición original” bajo un “velo de la ignorancia” que hace que no sepamos qué posición social ocuparemos o qué talentos tendremos en la sociedad futura. ¿Cómo desearíamos que fuera esta sociedad futura? ¿Cuáles serían nuestros principios de justicia en esta sociedad? Según Rawls, acordaríamos dos principios fundamentales: un máximo esquema de derechos y libertades compatible con el máximo esquema de derechos y libertades de los otros ciudadanos, y un sistema en el que las desigualdades redunden siempre en beneficio de los que estén en peor situación, siempre que haya igualdad de oportunidades para todos. Sobre estos dos principios, aplicados a las libertades básicas que conforman nuestra vida en común, Rawls cree que podemos poner las bases de una sociedad en la que todos podamos desarrollarnos como deseemos.

El gran “triunfo”, como lo denomina Sandel, de esta sociedad liberal proyectada es que no promueve una particular concepción del bien. Lo justo precede a lo bueno, y de esta manera cada individuo puede perseguir su propia idea de lo que es una vida buena. Sin embargo, Sandel piensa que el ser proyectado por Rawls es una carcasa vacía, un agente que no es racional ni liberado, y no tiene “carácter ni profundidad moral”. Sandel se plantea las siguientes preguntas: ¿De verdad podemos situarnos en esa posición original y poner en común nuestros talentos y capacidades?, ¿consideramos que son meramente arbitrarios todos los rasgos de nuestro carácter?, ¿no influye en nada nuestra socialización y desarrollo? Para Sandel, este “Yo desvinculado” es un agente que no puede existir, porque es imposible, sin pagar “un alto precio” por despojarse de todos esos atributos. Y lo que es peor, si existiera, este ser no sería bueno ni para sí mismo ni para la comunidad en la que vive. 

Sandel también critica la noción fundamental liberal de neutralidad moral del Estado. La construcción liberal toma los derechos como meras herramientas para que los ciudadanos se desarrollen de manera independiente y no juzga estos derechos en la medida en que no afecten negativamente al resto. Sin embargo, para Sandel esos derechos deben tener un fin en sí mismos: la construcción de la virtud cívica, el desarrollo moral de las personas y un modelo de democracia inclusivo. Frente a simplemente introducir “piedras de papel” en las urnas en las que no se juzgue el contenido de las preferencias de los individuos, Sandel propone una visión más deliberativa de la democracia en la que hay una asunción colectiva de responsabilidades en la preservación de la democracia y la vida en común.

Javier Padilla y Tirso Virgós, Michael Sandel, republicano cívico, Letras Libres 04/06/2018

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