Emocions i coerció social.






El problema es que para fomentar las emociones sociales se precisa una cierta coerción, y la coerción no está bien vista. Coerción o persuasión, que es un término más suave, aunque tampoco aceptable por lo que tiene de manipuladora. No está bien vista nada que suponga poner límites a la libertad, pues se ve inmediatamente como un ejemplo de abuso social. Solo se acepta la coerción en aquello que por sí mismo aparece como un bien. (124)

De un modo u otro, hemos perdido el vocabulario moral y nos falta la estructura conceptual que justificaría la coerción. Lo que en tiempos fue evidente hoy ha dejado de serlo. La libertad se ha desprendido de la responsabilidad, aquélla se ha convertido en el valor supremo, pero no ha ocurrido los mismo con la responsabilidad. No nos damos cuenta de que “no puede haber una sociedad libre sin autonomía individual, y no puede haber una sociedad sostenible que decanse solo en la autonomía” (William Gayling y Bruce Jennings, The Perversions of Autonomy, 2003). Porque la libertad no es el único valor, existen otros valores sociales cuyo reconocimiento efectivo y no solo teórico limita la libertad. Aunque tenemos muy claro que no es obligación del poder político el bien de las personas, no es obligación del Estado decirnos cómo debemos ser felices, sí es obligación del Estado promover que todos los valores sociales se mantengan.

En la Orestiada de Esquilo, Orestes, tras haber matado a su madre que, a su ve, ja matado a su esposo, es perseguido por las Euménides que significan el sentido de la culpa y la vergüenza que atenaza a Orestes. Cuando la situación se resuelve, las Euménides siguen allí porque su papel ha sido honorable y es imprescindible en la ciudad, pues “¿qué hombre que no tema a nada puede actuar correctamente?”. Las Euménides son las garantes del orden cívico, las que desean e bien para la ciudad. (124-125)

Victoria Camps, El gobierno de las emociones, Herder, Barcelona 2011

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