Filosofia del valor i filosofia de la naturalesa.
Puede ser de utilidad aquí traer a colación cierta distinción de puntos de vista sobre la que llamó la atención el gran Bertrand Russell en uno de los ensayos que componen su libro ¿Por qué no soy cristiano?. Me refiero al titulado Lo que yo creo (en el inglés original: what I think). En él distingue entre «la filosofía de la naturaleza» y «la filosofía del valor». En mi opinión es una de esas distinciones conceptuales que a cualquier filósofo ávido de buenas ideas le alegra el día. Veamos: a la filosofía de la naturaleza le incumbe lo que es, la realidad. Una de sus enseñanzas principales es que «lo que consideramos bueno, lo que nos gustaría, no tiene ninguna influencia sobre lo que es». Otra es que los humanos somos parte de la naturaleza, que estamos subordinados a ella por ser imposible quedar al margen del imperio de sus leyes. Ello -ni que decir tiene- no lleva aparejada la obligación de juzgar positivamente todo lo que la naturaleza disponga según sus leyes (como se ha pretendido, sin embargo, desde sectores críticos con el naturalismo). Tampoco prohíbe valorar algo en el plano moral que en el natural carece de valor. En esas páginas se refiere Russell a lo que él denomina «humanismo ingenuo», en el que caben el optimismo y el pesimismo como «filosofías cósmicas», siendo la desnuda verdad que al universo le trae sin cuidado si nos hace felices o desgraciados.
La filosofía del valor invierte la perspectiva sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza; ésta se convierte en parte del reino de aquél, puesto que es el homo sapiens el creador de los valores, los cuales tienen su génesis en los deseos humanos a decir de nuestro filósofo. Son esos deseos los que dan el vigor necesario a nuestra imaginación para transgredir los límites de la naturaleza. Como «últimos e irrefutables árbitros del valor» -en palabras de Russell- nos otorgamos una importancia que nos eleva por encima del mundo natural y nos coloca, en consonancia con la cosmovisión teleológica, en el centro de la creación.
Nadie con un mínimo de cultura histórico-filosófica puede negar que la filosofía del valor ha predominado durante la mayor parte de nuestra existencia como especie. Se ha expresado en muchas culturas mayormente mediante las distintas religiones. Y sabemos que el gran cataclismo en las creencias tradicionales que supuso la teoría de la evolución cuando fue dada a conocer por Darwin a mediados del siglo XIX tuvo que ver con sus insoslayables implicaciones a ese respecto.
José María Agüera Lorente, "Salvemos el planeta": cumbres del clima, ideas sobre la humanidad y supervivencia de la especie, Filosofía en la red 24/01/2016
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