La paradoxa de Plató i la paradoxa d'Orwell.




Desde sus primeras publicaciones, Noam Chomsky puso de manifiesto que existe un desproporción enorme entre los inputs sonoros que recibe un niño humano desde su entorno y el output del logro del habla en un tiempo récord. Esa desproporción la bautizó como "paradoja de Platón" o cómo podemos lograr tanto a partir de tan poco (pobreza de estímulo). Su tuviésemos que diseñar un robot capaz de conseguir el lenguaje creador humano, es decir, de construir un número virtualmente infinito de mensajes a partir de sonidos muy diversos -no solo de seres humanos hablando, sino de ruidos de todo tipo-, sería necesario dotar a ese robot de una maquinaria considerable, tanto en términos de software como de hardware. Es ese, pues, el bagaje innato que cabe suponer que tiene todo bebé humano.

Chomsky apuntó otra cuestión intrigante a la que llamó "paradoja de Orwell": en un mundo de comunicaciones gigantescas, en el que disponemos de una información ingente, ¿cómo es posible que a partir de tanto sepamos tan poco? La consecuencia de esta segunda paradoja apuntan a que una buena estrategia para ocultar algo es dar una catarata de datos.

Camilo J. Cela Conde y Francisco Ayala, El cerebro moral. Evolución del cerebro y valores humanos, EMSE EDAPP, SL 2018


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