Hegemonia: "l'objectiu és canviar l'ànima".





En un discurso pronunciado en 2013 el entonces Secretario de Estado de Educación [británico] Michael Gove citó a Gramsci al defender su insistencia en los métodos de educación tradicionales (“La ideología que tanto temía [Gramsci] en la Italia de entreguerras era lo que hemos denominado –de forma trágicamente inapropiada– 'educación progresista'”). Hasta el grupo francés de extrema derecha Nouvelle Droite y su homólogo belga Vlaams Blok reivindicaron a Gramsci. ¿Qué explica este extraño y disputado legado? 

El concepto gramsciano característico es el de hegemonía, que indica un nivel de dominación política que va más allá del control de un Estado o de un parlamento hacia el ámbito de la cultura y las ideas. A Gramsci le preocupaba la cuestión de por qué otras revoluciones en Europa occidental no habían seguido a la Revolución rusa de 1917. La respuesta para él estaba en la persistencia de ideas capitalistas entre las instituciones de la sociedad civil (los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias, los medios de comunicación). “El Estado era solo una zanja exterior detrás de la cual se levantaba un poderoso sistema de fortalezas”, escribió.

Gramsci defendía que no bastaba con que los revolucionarios emprendieran meramente una “guerra de movimiento” (como habían hecho los bolcheviques al tomar el Estado ruso), tenían que luchar una “guerra de posición”: una larga lucha en el terreno de la sociedad civil con el objetivo de cambiar lo que el escritor denominó “el sentido común” (o la “filosofía de los no filósofos”).

A finales de la década de 1970 la revista Marxism Today analizó el ascenso del thatcherismo a través del prisma de la hegemonía. Su exdirector Martin Jacques y el difunto teórico de la cultura Stuart Hall** reconocieron que la nueva derecha estaba embarcada en un proyecto no solo para ganar fuerza electoral sino para redefinir el “sentido común”. Como me dijo Martin Jacques, “la mayoría de los líderes políticos no tratan de establecer la hegemonía. El experimento de Thatcher era extremadamente inusual”.

Stuar Hall señaló la incesante popularización por parte del movimiento de “la competición y la responsabilidad personal por el esfuerzo y la recompensa, la imagen del individuo sobrecargado de impuestos debilitado por los mimos del estado de bienestar”. Como señaló la propia Thatcher en 1981: “La economía es el método; el objetivo es cambiar el alma”. Aunque desde entonces la derecha ha utilizado el flexible y duradero concepto de hegemonía, la política del propio Gramsci era indudablemente marxista.

George Eaton, Por qué Antonio Gramsci es el pensador marxista de nuestro tiempo, rebelion.org 04/06/2018

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