Del primer ull depèn l'existència del món (Schopenhauer).
“Ningún objeto sin sujeto” es el principio que hace para
siempre imposible todo materialismo. Mas, por otra parte, la ley de la
causalidad y el análisis e investigación de la naturaleza que la siguen nos
llevan necesariamente a suponer con seguridad que en el tiempo cada estado más organizado
de la materia ha seguido a uno más simple: que, en efecto, los animales han
existido antes que los hombres, los peces antes que los animales terrestres,
las plantas antes que todos estos y lo inorgánico antes que lo orgánico; que,
por consiguiente, la masa originaria ha tenido que atravesar una larga serie de
cambios antes de que se pudiera abrir el primer ojo. Y, no obstante, de ese
primer ojo que se abrió, aunque fuera de un insecto, sigue siempre dependiendo
la existencia de todo aquel mundo; porque él es el mediador necesario del
conocimiento, solo para él y en él existe el mundo y sin él no se podría ni
siquiera pensar: pues el mundo es propiamente representación y en cuanto tal
precisa del sujeto cognoscente como soporte de su existencia: incluso aquella
larga serie temporal llena de innumerables cambios y a través de la cual la
materia se elevó de forma en forma hasta que finalmente nació el primer animal
cognoscente, todo ese tiempo mismo solo es pensable en la identidad de una
conciencia: él es su secuencia de representaciones y su forma de conocimiento,
y fuera de ella pierde todo significado y no es nada.
Arthur Schopenhauer,
El mundo como voluntad y representación
I. § 7
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