Plató i l'origen de la societat humana.
¿Cuál es la naturaleza de la
sociedad humana, del Estado? Según los métodos historicistas, este interrogante
fundamental de la sociología debe replantearse de la siguiente manera: ¿cuál es
el origen de la sociedad y del Estado? La respuesta suministrada por Platón en La República, como así también en Las Leyes, concuerda con el punto
de vista descrito más arriba bajo el rubro de naturalismo espiritual. El origen
de la sociedad es una convención, un contrato
social. Pero no es eso solamente, sino, más bien, una convención natural,
vale decir, una convención basada en la naturaleza humana o, más
específicamente, en la naturaleza social del hombre.
Y esa naturaleza social del
hombre tiene su origen en la imperfección
del individuo humano, A diferencia
de Sócrates, Platón enseña que el individuo humano no puede bastarse a sí mismo
debido a las limitaciones intrínsecas de la naturaleza humana. Pese a que Platón insiste en que hay múltiples
grados de perfección humana, resulta, en definitiva, que hasta el cortÍsimo
número de hombres relativamente perfectos depende, todavía, de los demás (que
son menos perfectos), si no por otra cosa, por lo menos por recibir el sucio trabajo -la labor manual- por ellos realizado. De este modo, aun las «raras naturalezas fuera de lo corriente», próximas a la
perfección, dependen de la sociedad, del Estado. Así, estos individuos sólo
pueden alcanzar la perfección a través del Estado y en el Estado; el Estado
perfecto les debe brindar el «hábitat
social» adecuado, sin el cual habrán de corromperse y degenerar
irremisiblemente. El Estado debe ser colocado, por consiguiente, por encima del
individuo, puesto que sólo el Estado puede bastarse a sí mismo («autarquía») y
ser perfecto y capaz de mejorar la imperfección del individuo.
Sociedad e individuo son,
así, interdependientes. En efecto, el uno le debe la existencia al otro: la
sociedad, a la naturaleza humana, especialmente a su falta de autosuficiencia;
y el individuo a la sociedad, puesto que no es capaz de bastarse a sí mismo.
Pero dentro de esta relación de interdependencia, la superioridad del Estado
sobre el individuo se manifiesta de múltiples maneras; por ejemplo, en el hecho
de que los gérmenes de la decadencia y la desunión de un Estado perfecto no se
generan en el propio Estado, sino más bien en sus individuos; el mal va
arraigado en la imperfección del alma humana, de la naturaleza humana o, dicho
con más precisión, en el hecho de que el género humano tiende a degenerar.
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna, páginas 83-84
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