Pensar allò que ens impedeix pensar.


Recientemente, tras un seminario digamos académico en la Universidad Federal de Río de Janeiro sobre la evolución del concepto de naturaleza (desde la physis de los griegos hasta el pensamiento contemporáneo), los responsables de la institución me invitaron a efectuar una reflexión más general sobre el tema qué ha de ser pensado. 

Obviamente dado el contexto se trataba más bien de discernir qué tienen hoy que pensar los filósofos, aunque no exclusivamente. En cualquier caso ello me dio la oportunidad de intentar ordenar algunos de los temas de reflexión que han alimentado este foro. Las columnas que siguen responden a esta tentativa. Espero que un incremento en claridad y consistencia compense la reiteración. 

La respuesta provisional al envite que se me hacía respecto a qué ha de ser pensado me pareció de entrada clara: 

Hay que pensar en primer lugar aquello que desde siempre se ha pensado y que, o bien no ha sido nunca aclarado, o sigue torturando al pensamiento porque la aclaración no ha hecho mas que despertar nuevos interrogantes.

Obviamente hay que pensar asimismo lo que de novedoso y a la vez determinante para la vida de ese ser de palabra que constituimos haya podido surgir en nuestro tiempo.

Hay (asunto clave) que pensar aquello que impide realizar lo señalado en los puntos anteriores. Pensar aquello que impide pensar y, en la medida de lo posible, hacer de esta reflexión un arma que contribuya a eliminar esa restricción. Me pareció oportuno empezar mi exposición en Rio de Janeiro por este tercer apartado retomando argumentos que el lector habitual de esta tribuna ya conoce.

***

Lo que impide pensar es simplemente malo, por no decir el mal mayormente atentatorio para los intereses de nuestra especie. Y ¿por qué afirmo esto? Simplemente porque sigue habiendo razones para suscribir enteramente la sentencia con la que Aristóteles abre el primer libro del conjunto de escritos denominados Metafísica, según la cual pensar constituye una exigencia inscrita en la naturaleza humana, y en consecuencia concierne a todos aquellos que participamos de la misma. Cada ser humano desea que se actualice su condición natural en el acto de pensar, es decir, es decir, de subsumir las cosas bajo conceptos y de explorar las posibilidades de las palabras de las que esos conceptos son polo constitutivo. Y ello, reitero, al igual que el águila tiende a volar o el caballo tiende a galopar. Teniendo como particularidad de su especie esas facultades que son el lenguaje y la razón, el animal humano se realiza cuando las despliega y fertiliza, por ejemplo forjando metáforas o sintetizando fórmulas. 

Mas ¿por qué entonces una persona puede llegar a sentir que el pensar no va con ella, qué sólo en la inercia, las costumbres, los hábitos y los elementales placeres a ellos asociados tiene sentido su vida? ¿Hay en el individuo humano una debilidad intrínseca que le mueve a ceder, a renunciar al esfuerzo que el pensamiento exige, repudiando así su propia condición específica? En todo caso esta astenia, este polo negativo en cada uno, tiene raíz, cuando menos parcial, en una o estructura social de la que todos somos partícipes, un dispositivo creado por el hombre pero convertido en una maquina de deshumanización, un dispositivo generador de circunstancias que conducen a una situación mutiladora. Tal dispositivo es lo primero que ha de ser pensado. 

Víctor Gómez Pin, Qué ha de ser pensado, El Boomeran(g), 27/11/2011

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