Emocions, empatia i cooperació.


Las emociones y la capacidad de colocarse en el lugar de otros o la empatía, son algunos de los temas más apasionantes que ha tratado la ciencia en los últimos tiempos y que más influyen en nuestra vida cotidiana. Además, esta capacidad y su posible ausencia en otros seres vivos ha sido un argumento clásico utilizado por los expertos a la hora de distinguir al ser humano de otros animales. Quizás, una de las razones que nos ha llevado a negar esta evidencia es el miedo a tener que tratar de igual manera a los seres vivos con los que compartimos planeta. Aún hoy conservamos algunas reminiscencias o prejuicios enraizados en esta idea. Y es que es muy inquietante pensar que muchos de los animales a los que infligimos daño sienten, y algo aún peor, son capaces de sentir lo que otros sienten.

Lo cierto es que la evidencia científica avala que la negación de su existencia en otras especies no es correcto. En un experimento clásico se colocaba a un macaco separado de otros en su jaula. Cada vez que el macaco separado comía, el grupo vecino recibía una descarga eléctrica. Los resultados demostraron que el macaco prefería quedarse sin comer varios días antes que ver a los compañeros sufrir. En unas investigaciones similares con ratones, los resultados fueron más o menos idénticos. Ambas especies parecían entender el sufrimiento ajeno y llevaban a cabo sacrificios para evitar el dolor de los compañeros.

Entre decenas de pruebas más, sabemos desde hace varios años, gracias a unos dispositivos que amplifican las señales auditivas, que las ratas se ríen.

También cooperan unas con otras en tareas tan complejas, como por ejemplo, abrir cerrojos en las que compañeras están encerradas.

En animales más cercanos a nosotros, como los grandes simios, los actos de empatía son algo cotidiano. Es habitual observar cómo, en muchas ocasiones, ajustan sus conductas a las necesidades del otro.

Más recientemente, se encontraron pruebas de otro tipo que han arrojado luz sobre los mecanismos que intervienen en la empatía. En un laboratorio de la Universidad de Parma, unos científicos estaban monitoreando la actividad cerebral de un macaco cuando este cogía objetos. El objetivo de la investigación era ver la actividad motora relacionada con la actividad neuronal. En un descanso, uno de los investigadores cogió un plátano para comerlo. En ese mismo instante, se activaron las neuronas del macaco, como si él mismo estuviera cogiendo el plátano cuando en realidad solo estaba observando. Habían descubierto las neuronas espejo, unas células especializadas en simular en el cerebro lo mismo que se está observando. Se trataba de una prueba neurofiosiológica de la de la empatía. Un indicador de su existencia, parece ser el contagio del bostezo. En una prueba, que yo mismo repliqué con chimpancés, los resultados eran positivos. A los chimpancés se les contagian los bostezos.



La empatía se ha convertido en uno de los temas estrella de una gran cantidad de disciplinas porque los humanos, y otros primates, hemos nacido para conectar con otros. La capacidad de vincularnos con aquellos que nos rodean influye directamente en el éxito en la vida. Nuestra supervivencia depende en gran parte de esta asombrosa capacidad.

Pablo Herreros, La era de la empatía, El Huffington Post, 21/11/2012

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