L'ofensiva neoliberal: la causa del veritable espoli.
La huelga general en España y Portugal y los paros parciales y manifestaciones de estos días en más de una docena de países europeos, han sido planteados con el objetivo de frenar la ofensiva neoliberal que está derribando aceleradamente el “estado del bienestar” –sistema público de sanidad, educación, y pensiones y derechos laborales y sociales- que ha sido el rasgo diferencial del capitalismo europeo continental respecto al anglosajón, particularmente el de EEUU. El derribo es general en toda la Unión Europea, pero mucho más intenso en la periferia económica constituida por los países del sur, debido a las políticas ultraliberales de sus gobiernos de derecha radical, apoyados por la “troika” compuesta por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el pretexto de reducir el déficit y la deuda pública.
Pretexto, pues en España, en 2007, al inicio de la crisis, teníamos
superávit fiscal de 2,2% del PIB, y hemos pasado a un déficit de entre 11 y 9%
en los años siguientes, en primer lugar debido a la caída de ingresos por
impuestos en una media anual de 40 mil millones de euros, 4% del PIB, respecto a
2007 (doscientos mil millones acumulados entre 2008-2012, 20% del PIB), que
explica la mitad del déficit de estos años y que en gran parte se debe a las
rebajas fiscales al capital y a la falta de lucha contra el fraude fiscal, pues
dicha caída de recaudación es varias veces superior a la del PIB, que explica
una parte menor (en torno a 2% anual del PIB). El resto del déficit se explica
esencialmente (3% anual del PIB) por el aumento del gasto en prestaciones por
desempleo (de 15 mil millones en 2007 a 32 mil millones en 2012) y en intereses
de la deuda (de 16 mil en 2007 a casi 29 mil millones en 2012, que serán 39.000
millones en 2013). Esta caída de impuestos, aumento de intereses y prestaciones
por desempleo, junto con los 200.000 millones (en dinero y avales, equivalente a
20% del PIB), regalados a los mismos banqueros que han desahuciado a casi
medio millón de familias desde 2008, explican que la deuda pública que era de
sólo el 36% del PIB en 2007 supere ya el 80% del PIB (en 2013 será del 90%).
El aumento de la deuda pública refleja el alcance de la estafa al 99% de la
sociedad, ya que se ha convertido deuda privada en pública, y ahora esa estafa
se consuma trasladándonos a los ciudadanos esa deuda ilegítima mediante
recortes sociales. Este descomunal saqueo a trabajadores asalariados y
autónomos y pequeños empresarios, se realiza para dar beneficios a las grandes
corporaciones, mediante pago de usurarios intereses a la banca, mediante ahorro
de impuestos al capital por la evasión fiscal y por un sistema que grava
principalmente a las rentas del trabajo, (que aportan el 80% de la recaudación).
También a través de una agresiva política de recortes sociales que combina todas
las medidas que permiten reducir el salario directo o indirecto (pensiones,
subsidios por desempleo, etc.). Esta política forma parte del ideario
neoliberal del gobierno pero también del núcleo dominante en la UE, que se
refleja en el “Pacto por el Euro” que prioriza “la estabilidad financiera, las
finanzas públicas y el euro” frente a los intereses de las personas, y también
en el “pacto fiscal”, auténtico golpe de Estado por la vía jurídica, que
ratificó la prohibición de déficits públicos, y justificó la reforma de la
Constitución por vía de urgencia. Su objetivo es priorizar el pago de la deuda,
justificar la reforma laboral “a la china”, que propicia despidos de empleados
públicos y privados, para que un ejército de seis millones de desempleados
compita por trabajar en condiciones chinas, con salarios de cuatrocientos euros
y sin derechos sociales, con el objetivo último de crear en España y buena
parte de Europa condiciones laborales que permitan ampliar el espacio de
explotación neoliberal salvaje. La deuda se ha convertido en instrumento
central de expolio de la riqueza social a favor de la fracción más alta de la
clase capitalista, y sirve para justificar la reducción de salarios directos e
indirectos (desmontando el Estado del bienestar). El euro sobrevalorado es el
núcleo central de ese esquema, favoreciendo a Alemania en detrimento de los
países del sur de Europa.
La eliminación del déficit y el pago de la deuda tienen el objetivo
inmediato de garantizar a la banca –especialmente alemana y francesa- el cobro
de la deuda, a la vez que se practica la demolición de los sistemas sanitario,
educativo y de pensiones, para que una vez reducidos a mínimos y convertidos
rentables en sentido mercantil, sea posible reducirle aún más los impuestos al
capital. También para privatizar esos servicios esenciales a precio de
liquidación entregándolos a las grandes corporaciones empresariales a las que
representan estos gobiernos, con grave perjuicio de los ciudadanos, que deberán
pagar por la sanidad y la educación, como ya ocurre en Grecia.
Estas políticas no tienen sólo un contenido económico, sino que forman parte
de un programa político destinado a cambiar el orden social para devolverlo a
condiciones similares a las del siglo XIX, caracterizado por la explotación
salvaje de los trabajadores, privados de derechos laborales y también políticos.
Este programa político tuvo como pioneros a los regímenes terroristas de los
dictadores Pinochet, en Chile a partir de 1973 –asesorado por los popes de la
economía neoliberal, el Nobel Milton Friedman y Arnold Harberger, de la
Universidad de Chicago- y Videla, en Argentina a partir de 1976. El elevado
grado de consciencia política y de organización de los trabajadores en esos
países en aquéllos años, forzó a la clase capitalista a apelar al terrorismo de
Estado, opción extrema cuando no le es posible subvertir el orden simplemente
vaciando de contenido democrático los sistemas parlamentarios, como hacen ahora
en Europa.
El neoliberalismo representa los intereses de la fracción más rica y
parasitaria de la clase capitalista (el denominado 1%), concentrada en las
finanzas y que es única a nivel mundial, sin apegos nacionalistas, y que tiene
como principal objetivo recuperar la cuota del ingreso que concentraban hasta
los sesentas y que las políticas redistributivas (mejoras salariales, “estado
del bienestar”) le redujeron. Esta fracción capitalista autoritaria considera
que no basta con reducir salarios, sino que es necesario instalar un ideario
social que recupere la visión individualista de la vida, perdida como
consecuencia de sistemas educativos socialmente inclusivos y con enfoques
epistemológicos abiertos, que ponen por delante al grupo, la sociedad, frente al
individualismo darwiniano que nos propone el neoliberalismo, individualismo que
facilita la mercantilización de todo, incluida la vida humana. Por eso el
programa neoliberal es totalitario, abarcando todos los espacios de la
existencia humana. Así Videla prohibió la enseñanza de la teoría de conjuntos en
matemáticas –por “colectivizante”!- o el gobierno actual elimina la educación
para la ciudadanía y se enfrenta a todo reconocimiento identitario (sea de
matrimonio igualitario, de memoria histórica, de género) y considera central el
asalto a la educación pública y laica y también a la cultura. En lo económico,
las medidas adoptadas por Pinochet y Videla son el modelo, que luego aplicaron
el resto de dictaduras latinoamericanas, los regímenes parlamentarios
autoritarios de Reagan en EEUU y Thatcher en Reino Unido, y que hoy –en su
última fase- son calcados al milímetro en la mayor parte de los países europeos
por los gobiernos de “autoritarismo con parlamento”.
En este despliegue totalitario juega un papel central el régimen capitalista
totalitario de China (cínicamente autodenominado “comunista”), que viola
sistemáticamente los derechos sociales y humanos, además de depredar la
naturaleza, para conseguir condiciones laborales esclavistas de los que se
benefician no sólo la jerarquía capitalista china sino también los capitalistas
europeos y estadounidenses propietarios de grandes empresas que instalan
filiales en China para aprovechar esas condiciones, haciéndose partícipes en la
violación de derechos. Pero también son cómplices de estas violaciones los
gobiernos y la jerarquía burocrática de Europa, EEUU y de organismos
supranacionales, que no dudan en aislar y acosar a gobiernos que en América
Latina u otras regiones intentan recuperar espacios de soberanía, mientras
consienten en silencio la violación de derechos humanos en China y ponen
alfombra roja a los capitalistas chinos u occidentales responsables. Los
gobiernos y burócratas son responsables incluso de hacer que los ciudadanos
europeos seamos partícipes de esas violaciones, en la medida que somos forzados
a comprar sin alternativas productos chinos “competitivos” gracias a la
explotación laboral, incluso infantil, que destruyen las fuentes de trabajo
locales que “por culpa” de derechos conseguidos en siglos de lucha no “son
competitivos” frente a la producción semi esclavista asiática. Además, mediante
la aceptación de la entrada sin restricciones de “productos de la esclavitud”
asiática, los continuadores de las políticas económicas pinochetistas nos
fuerzan a ser competitivos aceptando condiciones laborales “chinas” (lo han
dicho expresamente varios representantes de organizaciones patronales
españolas) basadas en la violación de derechos humanos, laborales y sociales
reconocidos.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de NNUU establece el derecho a
la libertad de expresión (Nº 19), de reunión (20), de condiciones laborales
dignas (23 a 25), entre otros. Nuestra Constitución dice que: “Los poderes
públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de las familias”
art. 39.1; “Los poderes públicos mantendrán un régimen de Seguridad Social, que
garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes, ante situaciones de
necesidad, especialmente en caso de desempleo”, Art. 41; “Todos los españoles
tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna”, Art. 47. Todos estos
derechos y muchos otros son cada día más conculcados en lo hechos y mediante
leyes que justifican desahucios que empujan a personas a la calle cuando no al
suicidio, mientras se otorgan privilegios y se regalan miles de millones del
dinero público a banqueros y especuladores.
Por todo esto, las huelgas y manifestaciones europeas de estos días no son
sino un paso adelante en la resistencia al nuevo totalitarismo neoliberal, que
no sólo aspira a sepultar derechos conseguidos en décadas, cuando no siglos de
luchas sociales y políticas, que son las que han hecho avanzar la historia hacia
una sociedad con rasgos democráticos. Este nuevo totalitarismo pretende también
reducir nuestra condición humana a mínimos, convirtiéndonos en meros clientes
consumidores y productores semiesclavizados. No pasarán. Porque si pasasen la
humanidad retrocedería dos siglos en derechos y nuestras sociedades se
convertirían en una versión empeorada de aquéllas que hoy consideramos
inhumanas. Y nuestros hijos y nietos o nuestros abuelos no nos lo
perdonarían.
Jorge Fonseca, Contra el totalitarismo neoliberal, Público, 16/11/2011
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