La primera filosofia, enemiga de la societat oberta.
El surgimiento de la
filosofía misma puede ser interpretado, a mi juicio, como una reacción ante el derrumbe
de la sociedad cerrada y de sus convicciones mágicas. Es ella una tentativa de
reemplazar la fe perdida en la magia por una fe racional; ella modifica la
tradición de transmitir una teoría o un mito, fundando una nueva tradición: la
de contrastar las teorías y mitos y analizarlos con espíritu crítico (es significativo
que esa tentativa coincida con la difusión de las llamadas sectas órficas cuyos
miembros trataban de reemplazar el sentimiento perdido de unidad por una nueva
religión mística). Los primeros filósofos, los tres grandes jonios y Pitágoras permanecieron completamente
ajenos, probablemente, al estímulo ante el cual estaban reaccionando. Eran, a
la vez, los representantes y los enemigos inconscientes de una revolución
social. El hecho mismo de que hayan fundado escuelas, sectas u órdenes, esto
es, nuevas instituciones sociales o, mejor dicho, grupos completos con una vida
común y funciones comunes, elaboradas en gran medida sobre el modelo de las de
una tribu idealizada, nos demuestra que eran verdaderos reformadores en el
campo social y que, por consiguiente, no hacían sino reaccionar ante ciertas
necesidades sociales. Que hayan reaccionado a estas necesidades y a su propia
sensación de hallarse a la deriva, no como Hesíodo, inventando un mito
historicista del destino y de la decadencia, sino inventando la tradición de la
crítica y del análisis y con ellos, el arte de pensar racionalmente, es uno de
los hechos inexplicables que jalonan el comienzo de nuestra civilización. Pero
hasta estos racionalistas reaccionaron ante la pérdida de la unidad del tribalismo,
en gran parte, de manera emocional. Su razonar da expresión a su sentimiento de
deriva, a la tensión de un desarrollo que estaba a punto de crear nuestra
civilización individualista. Una de las expresiones más antiguas de esta
tensión se remonta a Anaximandro, el
segundo de los filósofos jónicos. Para él, la existencia individual era hybris, es decir, un impío acto de
injusticia, un acto inicuo de usurpación por el cual deben sufrir los
individuos y hacer penitencia. El primero que tuvo conciencia de la revolución
social y de la lucha de clases fue Heráclito.
Ya hemos descrito en el segundo capítulo de este libro la forma en que este
filósofo racionalizó su sentimiento de deriva, desarrollando la primera ideología
antidemocrática y la primera filosofía historicista del cambio y el destino. Heráclito fue el primer enemigo
consciente de la sociedad abierta.
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna, pág.184
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