La cooperació és un element clau en la nostra supervivència.
La idea de que el hombre es un ser egoísta por naturaleza es un modelo mental
que ha resurgido con fuerza en la sociedad desde que comenzó la crisis y también
un debate clásico de la filosofía. Fenómenos como la
corrupción, los despilfarros, las prácticas bancarias de dudosa ética, además de
los desahucios y otros embargos, han fijado aún más esta idea en la mente de los
españoles.
Aún siendo esto cierto, sucede que, de manera paralela, todos los días se
producen movimientos sociales en dirección contraria, basados
en la cooperación, el altruismo o el sentido de la justicia. Estos,
desafortunadamente, pasan inadvertidos antes nuestros ojos en la mayor parte de
las ocasiones.
En unos experimentos dirigidos por los psicólogos Michael Tomasello y Felix
Warneken, del Instituto Max Planck, quisieron a poner a prueba la tesis del
filósofo Thomas Hobbes, quien creía que el hombre es malo por naturaleza
y gracias al Estado reprime su impulso egoísta. Para ello, escogieron a
varios niños menores de 15 meses de edad, que por encontrarse en una fase
prelingüística no estarían socializados formalmente.
En una sala, un investigador anónimo fingía necesitar ayuda en varias
condiciones, como no poder abrir un armario, perder una cucharita de café o
dejar caer accidentalmente una pinza de la ropa. Seguidamente, se registraba el
comportamiento de los niños. Más del 95% ayudaban en al menos una de las
pruebas de manera espontánea, sin recibir ningún tipo de orden o
instrucción.
Estos datos, junto a resultados idénticos con los chimpancés, llevaron a
estos dos científicos a concluir que los seres humanos poseemos una
tendencia innata al altruismo ya presente en nuestro ancestro común,
hace millones de años. Sin embargo, a partir de los tres años los niños
comenzaban a ser selectivos sobre a quién ayudar y a quién no.
Cuando se les permitía elegir entre dos perfiles de personas que necesitaban
ayuda, una que era altruista con otras personas y otra que había sido egoísta,
los niños siempre se decantaban por ayudar al altruista. Esta
excepción es fundamental, ya que seguir siendo altruista en un ambiente rodeado
de explotadores pone en riesgo la supervivencia de cualquier animal. La
generosidad generaba más generosidad en los pequeños. Además, lo pasaban bien
ayudando a otros, ya que cuando se les recompensaba por hacerlo, perdían el
interés, como sabemos que ocurre cuando se les premia por jugar.
En los últimos años, estamos siendo testigos de iniciativas de las que se
destilan grandes dosis de altruismo y empatía hacia aquellos que peor lo están
pasando. Acontecimientos dramáticos, como los
suicidios por desahucio o los
millones de personas sin empleo, han estimulado una de las grandes
capacidades del ser humano: la empatía o capacidad de ponerse en el lugar del
otro. Son muchas las acciones llevadas a cabo por diversas asociaciones que
prestan ayuda gratuita y en los últimos días el gobierno trabaja para reducir la
presión a los deudores. Pero los primates no humanos también se sacrifican por
sus compañeros.
En un experimento, se colocaba a un macaco separado de otros en su jaula.
Cada vez que el individuo aislado comía, el grupo vecino recibía una pequeña
descarga eléctrica. Los resultados demostraron que el mono prefería
quedarse sin comer varios días antes que ver a los compañeros sufrir.
Estos percibían el sufrimiento ajeno y llevaban a cabo grandes esfuerzos
personales por evitar el dolor de los compañeros.
El miércoles pasado, se ha producido la novena huelga
general desde el comienzo de la democracia en España. En una entrevista
con el primatólogo Frans de Waal, realizada por el redactor jefe de Ciencia
de EL MUNDO, Pablo Jáuregui, este científico aseguró que los primates se niegan
a cooperar si perciben que se está cometiendo una injusticia, por lo que se
podría decir que también hacen huelga.
El experimento del que se obtuvieron estos resultados, llevado a cabo por
Sara Brosnan y dirigido por el propio De Waal, en el Instituto Yerkes, consistía
en intercambiar una serie de fichas de plástico por pienso con parejas de monos
capuchinos. Cuando ambos se habían acostumbrado este intercambio, a uno de ellos
se le daba una uva (alimento que les gusta más) mientras que al otro se le
continuaba ofreciendo pienso, lo que generaba una situación de
injusticia. Desde ese mismo instante, el capuchino que había sido
víctima y había aceptado hasta ese momento el pienso, se negaba a continuar los
intercambios con el investigador y prefería quedarse sin nada antes que aceptar
un trato que consideraba injusto.
El sentido de la justicia y la moral, son mecanismos desarrollados por
algunas especies de animales, que hemos encontrado en la cooperación la
clave a nuestra supervivencia. Su función es evitar que los costes de
la vida en grupo superen a los beneficios, limitando los excesos que algunos
individuos puedan cometer. Una estrategia que regula las distintas relaciones
sociales, permitiendo que estas sean viables a largo plazo.
Ésta sería la razón del desarrollo de una moral primitiva hace ya millones de
años, mucho antes de que los primeros humanos poblaran la tierra. Gracias a
estas reglas básicas sobre la vida colectiva, hoy seguimos
viviendo en grupos cooperativos y no somos seres solitarios, como sucede en
otras especies de animales.
A pesar de todos estos casos e investigaciones sobre la importancia de los
comportamientos prosociales, el ser humano continúa magnificando los
acontecimientos negativos y se olvida muy rápido de los positivos.
Somos verdaderos expertos detectando fallos y carencias. Esta dificultad se debe
a que hace millones de años habitábamos entornos donde esta actitud era muy útil
para evitar peligros que amenazaban nuestra supervivencia. Los grupos en los que
vivíamos eran muy pequeños y era muy adaptativo desconfiar de bandas
vecinas.
Pero ocurre que esta mirada paranoica, no es útil por más tiempo en las
sociedades del siglo XXI, donde nos necesitamos los unos a los otros más que
nunca desde los orígenes de nuestra especie. Por muchas noticias negativas que
aparezcan en televisión, la cooperación, el altruismo y la moral, forman
parte de lo más profundo de nuestro cableado humano. Iniciativas
sociales, como el apoyo a los desfavorecidos, el banco de alimentos o la
plataforma 'Stop desahucios', son algunas evidencias de que los primates
humanos, además de ser individualistas, también poseemos tendencias muy
poderosas que nos impulsan a ayudar a otros de manera desinteresada.
Pablo Herreros, El instinto altruista de los primates humanos, Yo mono, 17/11/2012
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