Sòcrates i la societat oberta.
La crítica de Sócrates era de naturaleza democrática,
más aún, era ese tipo de crítica que constituye la vida misma de la dcmocracia.
(Los demócratas que no advierten la diferencia que media entre una crítica
amistosa de la democracia y otra hostil se hallan imbuidos de espíritu
totalitario. Claro está que el totalitarismo no puede considerar amistosa
ninguna crítica, dado que cualquier critica de su autoridad debe desafiar, forzosamente,
el propio principio autoritarista.).
Sòcrates |
Hemos mencionado ya algunos
aspectos de las enseñanzas socráticas: su intelectualismo, es decir, su teoría
igualitaria de la razón humana como medio universal de comunicación; su
insistencia en la honestidad intelectual y en la autocrítica: su teoría
igualitaria de la justicia, y su doctrina de que es mejor ser víctima de una
injusticia que cometerla con los demás. Es esta última doctrina, en mi opinión,
la que mejor puede ayudarnos a comprender la médula misma de sus enseñanzas, de
su credo individualista, de su creencia en el individuo humano como fin en sí
mismo.
Pero la filosofía que tiene
al hombre por centro de interés sólo se inicia con Protágoras. Y la creencia de que nada existe en nuestra vida de
mayor importancia que los demás hombres individuales, la tendencia de los
hombres a respetarse mutuamente y a sí mismos, parecen derivar de Sócrates.
Lo que Sócrates combatía con ella era la autosatisfacción y la autocomplacencia.
Si me voy -decía Sócrates- violaré las leyes del Estado
y un acto de esta naturaleza me pondría en oposición a esas leyes, probando mi
deslealtad y dañando al Estado. Sólo permaneciendo aquí puedo demostrar mi
lealtad al Estado y también a la democracia, y demostrar que jamás he sido su
enemigo. Creo que no puede haber mejor prueba de mi lealtad que mi decisión de
morir por ella.
«Soy como el tábano que Dios
ha puesto sobre esta ciudad -decía en su Apología-
y todo el día y en todo lugar siempre estoy yo, aguijoneándoos, despertándoos y
persuadiéndoos y reprochándoos. No encontraréis fácilmente otro como yo y por
eso os aconsejo absolverme... Si dejáis caer el golpe sobre mí, como Anito os
aconseja, y me lleváis precipitadamente a la muerte, entonces habréis de
permanecer dormidos durante el resto de vuestra vida, a menos que Dios se
apiade y os envíe otro tábano». Sócrates
demostraba con esto que un hombre podía morir, no sólo por el destino y la
gloria u otras grandes cosas de esa naturaleza, sino también por la libertad
del pensamiento crítico y por e! respeto de sí mismo, que nada tiene que ver
con el sentimentalismo o con el sentido de la propia importancia.
Sócrates había sido
condenado, pero no era su muerte lo que se habían propuesto lograr los
iniciadores del juicio. Las Leyes de Platón vienen a remediar la ausencia de
esta intención. En efecto, éste elabora fría y cuidadosamente la teoría de la
inquisición. El pensamiento libre, la crítica de las instituciones políticas,
que enseña nuevas ideas a la juventud, y las tentativas de introducir nuevas
prácticas religiosas e incluso nuevas opiniones son todos delitos capitales. En
el Estado de Platón, Sócrates jamás hubiera tenido la
oportunidad de defenderse públicamente; lejos de ello, hubiera sido transferido
al Consejo Nocturno secreto para el «tratamiento» y, finalmente, para e!
castigo de su alma conturbada.
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985, pàgs. 185-191
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985, pàgs. 185-191
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