Intel.lectualisme platònic.
Hemos tratado de demostrar
que el intelectualismo de Sócrates
era esencialmente igualitario e individualista y que el elemento autoritarista
por involucrado se reducía al mínimo, dada la modestia intelectual y la actitud
científica de Sócrates. El
intelectualismo platónico difiere profundamente del socrático. El «Sócrates»
platónico de La República es la
condensación de un franco autoritarismo. (Hasta las apreciaciones despectivas
que tiene para consigo mismo no obedecen al conocimiento de sus limitaciones,
sino más bien a un propósito de afirmar, irónicamente, su propia superioridad.)
Su objetivo educacional no es el de despertar el sentido de la autocrítica y el
pensamiento crítico en general, sino más bien el adoctrinamiento, es decir, el
modelado de las mentes y de las almas que deben (para repetir una cita de Las Leyes) aprender «por medio del
hábito largamente practicado, a soñar nunca con actuar con independencia y a
tornarse totalmente incapaces de ello» y la gran idea igualitaria y liberadora
de Sócrates de que es posible
razonar con un esclavo y de que entre hombre y hombre existe siempre un vínculo
intelectual, un medio de comprensión universal, es decir, eso que llamamos
«razón», es reemplazada por la exigencia de un monopolio educacional a cargo de
la clase gobernante, aparejado con la más estricta censura de toda actividad
intelectual y aun de los debates orales. (págs. 134-135)
¿Cómo hizo Platón para dar la vuelta a esta doctrina?
A primera vista, parecería que no la hubiera modificado en absoluto cuando
exige que la soberanía del Estado descanse en los filósofos, especialmente
debido a que -al igual que Sócrates- por
filósofos entendía a los amantes de la verdad. Pero las modificaciones introducidas por Platón son realmente fundamentales. El
amante platónico ya no es el modesto buscador de verdades, sino su orgulloso
poseedor. Dialéctico experto, el filósofo es capaz de intuición intelectual, de
ver las Formas o Ideas divinas y eternas, y de comunicarse con ellas. Situado
muy por encima de todos los hombres ordinarios, es «semejante a los dioses, si
no... divino», tanto por su sabiduría como por su poder. El filósofo platónico
ideal se acerca, al mismo tiempo, a la omnisapiencia. Es, en suma, el Filósofo
Rey. Resulta difícil, a mi juicio, concebir un contraste mayor que el que media
entre el ideal socrático del filósofo y el platónico. Es el contraste entre dos
mundos distintos: el mundo de un individualista modesto y racional y el de un
semidiós totalitario. (pág. 135)
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985
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