L'educació platònica segons Popper.
Como ya dijimos antes, la
tentativa de planificar para el futuro conduce siempre al institucionalismo. (pág. 135)
La institución que, de acuerdo con Platón, debe cuidar la formación de los futuros conductores podría describirse como el departamento educacional del Estado. Desde un punto de vista puramente político es, con mucho, la institución más importante dentro de la sociedad platónica. Ella tiene las llaves del poder y por esta sola razón los gobernantes deben controlarla directamente, o por lo menos, los grados superiores de instrucción. Existen también otras razones y la más importante es la de que sólo «los expertos y... los hombres de reconocida probidad» -como dice Crossman-, que dentro de la concepción platónica sólo significan los adeptos más sabios, es decir, los propios gobernantes, son dignos de que se les confíe la iniciación definitiva de los futuros sabios en los misterios superiores de la sabiduría. Esto se cumple sobre todo en el campo de la dialéctica, el arte de la intuición intelectual, de la visualización de los divinos orígenes -las Formas o ideas- de la revelación del Gran Misterio que yace detrás del mundo cotidiano de las apariencias. (pág. 136)
En efecto, la idea misma de
seleccionar o educar a los futuros conductores es contradictoria. Quizá no
ocurra así, hasta cierto grado, en el campo de la cultura corporal. Tal vez no
sea tan difícil promover la iniciativa física y la valentía corporal. Pero el
secreto del valor intelectual es el espíritu crítico, la independencia
intelectual. Y esto nos lleva a dificultades que ningún tipo de autoritarismo
puede superar. Efectivamente, el autoritarista selecciona generalmente a aquellos
que obedecen, que responden a su influencia y que creen en ella. Nunca una autoridad
podrá admitir que el tipo más valioso sea el de aquellos dotados de valentía
intelectual, es decir, capaces de desafiar su propia autoridad. Al mismo
tiempo, las autoridades siempre estarán convencidas, por supuesto, de su
capacidad para descubrir la iniciativa de los demás. Pero lo que ellos
entienden por iniciativa es sólo la rápida captación de sus intenciones y la
verdadera diferencia entre una y otra actitud pasará siempre inadvertida.
(Quizá estemos rozando, aquí, el secreto de las dificultades particulares que
se oponen a la selección de conductores militares capaces. Las exigencias de la
disciplina militar intensifican los inconvenientes aquí examinados y los
métodos de la promoción militar son tales, que aquellos que se atreven a pensar
por sí mismos suelen concluir por ser eliminados. Nada menos cierto, en la
medida en que importa a la iniciativa intelectual, que la idea de que aquellos
buenos para obedecer serán los mejores para mandar.En los partidos políticos se
presentan dificultades muy semejantes: el factótum del partido gobernante rara
vez resulta un sucesor capaz.) (pág. 137)
La exigencia imposible de
una selección institucional de los conductores intelectuales pone en peligro
la vida misma, no ya de la ciencia, sino de la inteligencia. (pág. 138)
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985
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