Plató i l'estat perfecte.
¿Cómo resuelve Platón el problema de la eliminación de
las guerras de clase? Si hubiera sido un progresista, se le hubiera ocurrido la
idea de una sociedad igualitaria, desprovista de clases; en efecto -como puede
verse, por ejemplo, en su propia parodia de la democracia ateniense- existían ya
fuertes tendencias igualitaristas en Atenas. (pág. 57)
El Estado perfecto es un Estado de castas. El problema de la eliminación de las guerras de clases se resuelve, no mediante la abolición de las clases, sino mediante el otorgamiento a la clase gobernante de una superioridad tal que no pueda ser enfrentada. Al igual que en Esparta, sólo a la clase gobernante se le permite portar armas, sólo ella tiene derechos políticos o de otra naturaleza y sólo ella recibe educación, esto es. una enseñanza especializada en el arte de vigilar el rebaño o ganado humano. (En realidad, esa abrumadora superioridad confunde ligeramente a Platón, pues teme que sus miembros «aflijan a las ovejas», en lugar de limitarse a aprovechar «su lana», y que «se comporten más como lobos que como perros» (pág. 58)
En su Estado perfecto, Platón distingue tres clases: los
guardianes (magistrados), sus auxiliares armados o guerreros y los artesanos.
Pero en realidad sólo hay dos castas: la militar, compuesta por los magistrados
armados y educados, y la de los súbditos, desarmados y sin educación, vale
decir, el rebaño humano; en efecto, los guardianes no constituyen una casta
separada sino que son, tan sólo, los guerreros más viejos y sabios provenientes
de filas de los auxiliares. El hecho de que Platón divida la casta gobernante en dos clases, la de los
guardianes y la de los auxiliares, sin trazar otras subdivisiones semejantes
dentro de la clase trabajadora, se debe principalmente a que su interés se
concentra exclusivamente en los gobernantes. Los trabajadores, comerciantes,
etc., no le interesan en absoluto; sólo son el ganado humano cuya única función
consiste en proveer las necesidades materiales de la clase gobernante. (Rep.
416a) (pág. 58)
Puesto que sólo la clase
gobernante detenta el poder político, incluida la facultad de mantener al
ganado humano dentro de tales límites que le impidan tornarse peligroso, todo
el problema de preservar el Estado se reduce a conservar la unidad interna de la
clase gobernante. ¿Cómo se mantiene esa unidad? Mediante un adiestramiento
especial y otras influencias psicológicas, pero, principalmente, mediante la
eliminación de los intereses económicos capaces de conducir a la desunión. Esta
abstinencia económica se alcanza y regula mediante la introducción del
comunismo, vale decir, la abolición de la propiedad privada, especialmente con
respecto a los metales preciosos. (pág. 59)
Sólo un sistema comunista
que no deje lugar ni para grandes necesidades ni para excesivas riquezas puede
reducir los intereses económicos al mínimo y garantizar, así, la unión de la
clase gobernante. (págs. 59-60)
El comunismo de la casta
gobernante de la ciudad perfecta puede deducirse, de este modo, de la ley
sociológica fundamental del cambio expuesta por Platón; dicho régimen es la condición necesaria, aunque no
suficiente, para la estabilidad política, que debe ser su característica
fundamental. A fin de que la clase gobernante se sienta realmente unida, como
una sola tribu o como una gran familia, es tan necesaria cierta presión exterior
como los propios vínculos entre los miembros de la clase. Esa presión puede
asegurarse mediante la profundización y ensanchamiento del abismo que separa a
gobernantes y gobernados. Cuanto más fuerte sea el sentimiento de que los
súbditos constituyen una raza diferente y completamente inferior, tanto más
fuerte será el sentido de unión entre los gobernantes. (Rep. 434b/c, 415a,
434b/d) (pág. 60)
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985
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