Terres rares.




Las tierras raras son 17 elementos químicos de nombres impronunciables (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio, lutecio, escandio e itrio), pero insustituibles.

Son fundamentales en la fabricación de imanes para, entre muchas otras industrias, la armamentística (aviones de combate, submarinos y misiles), automovilística (coches eléctricos y de combustión), la electrónica (teléfonos móviles, entre otros) la energética (aerogeneradores, baterías y, en menor medida, paneles solares) e incluso la médica (equipos de resonancia magnética). Nunca un mercado tan pequeño ―el año pasado movió apenas 6.000 millones de euros, una cifra pequeña a escala mundial― tuvo tanta reverberación.

No en sentido estricto. Aunque son relativamente abundantes ―en contraposición con lo que se creía hace unas décadas―, su difícil separación de otros compuestos llevó a que recibieran inicialmente ese nombre. Al margen de las complejidades de una cadena de suministro dominada por un único actor, se suma una tasa de reciclaje aún muy baja, menor que en otros minerales también considerados críticos. Algo que, por el bien del medioambiente y de los países consumidores que no cuentan con reservas ni capacidad de procesamiento, también deberá mejorar en los próximos tiempos.


Aunque a gran distancia del gigante asiático, un ramillete de países o territorios tiene depósitos no menores de tierras raras, según el último conteo del Servicio Geológico de EE UU: Brasil (21 millones de toneladas de óxidos de tierras raras, de los 90 millones contabilizados a escala global), la India (6,9), Australia (5,7), Rusia (3,8), Vietnam (3,5), los propios Estados Unidos (1,9) y Groenlandia (1,5). Ya por debajo de la cota del millón de toneladas, aparecen Tanzania (con reservas estimadas en 890.000 toneladas), Sudáfrica (860.000) y Canadá (830.000).

Reservas primarias al margen, el gran problema es de capacidad de refino. De las 390.000 toneladas que se pusieron en el mercado el año pasado, 270.000 tuvieron origen en China. El segundo país en la lista, EE UU, está a años luz: 45.000 toneladas. El tercero, Myanmar ―en gran medida, bajo el paraguas de compañías chinas―, suma otras 31.000. Y Australia, Tailandia y Nigeria apenas llegan a las 13.000. El resto, Brasil incluido, pese a estar llamado a ser una superpotencia futura de las tierras raras, suman cantidades prácticamente irrelevantes.


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