Atenció parcial contínua.
A finales de los años 90, la consultora tecnológica Linda Stone, que trabajaba como profesora en la Universidad de Nueva York, se dio cuenta de que sus alumnos utilizaban la tecnología de forma muy diferente a sus colegas de Microsoft, donde también trabajaba. Mientras que sus colegas de Microsoft eran disciplinados a la hora de trabajar con dos pantallas —una para el correo electrónico, por ejemplo, y otra para Word o una hoja de cálculo—, sus alumnos parecían intentar hacer 20 cosas a la vez. Acuñó el término “atención parcial continua” para describir el estado estresante e involuntario en el que a menudo nos encontramos cuando intentamos alternar entre varias actividades que exigen un gran esfuerzo cognitivo, como responder a correos electrónicos mientras estamos en una llamada de Zoom. Cuando oí por primera vez este término, me di cuenta de que, como la mayoría de las personas que conozco, vivo la mayor parte de mi vida en un estado de atención parcial continua, ya sea mirando con culpa mi teléfono cuando debería estar jugando con mis hijos, o distraída incesantemente por mensajes de texto y correos electrónicos cuando intento escribir, o tratando de relajarme mientras veo Netflix y simultáneamente hago la compra online, preguntándome por qué me siento tan relajada como una cena recalentada en el microondas.
La multitarea digital nos hace sentir productivos, pero a menudo es una ilusión. “Tienes la falsa sensación de estar al tanto de todo sin llegar nunca al fondo de nada”, me dice Stone. También te hace sentir permanentemente nervioso: un estudio que realizó reveló que el 80% de las personas experimentan lo que denomina “apnea de pantalla” cuando revisan sus correos electrónicos: se quedan tan atrapadas en las interminables notificaciones que se olvidan de respirar correctamente. “Tu sistema de lucha o huida se regula al alza, porque estás constantemente tratando de estar al tanto de todo”, dice, y esta hipervigilancia tiene un coste cognitivo: nos hace más olvidadizos, peores a la hora de tomar decisiones y menos atentos.
La atención parcial continua ayuda a explicar tanto el deterioro cerebral como el estado mental —porque ¿qué es sino una sobrecarga cognitiva, el punto en el que dejas de resistirte al aluvión de distracciones digitales y permites que tu cerebro descanse en las cálidas y turbias aguas de Internet?— como la existencia misma de la basura online. Al fin y al cabo, lo que importa a las empresas tecnológicas desde el punto de vista financiero no es que quieras leer lo que estás leyendo, o que te encante lo que escuchas o lo que estás viendo, sino que no quieras o no puedas alejarte. Por eso los servicios de streaming como Netflix producen películas insulsas y basadas en fórmulas y recetas que se etiquetan eufemísticamente como “visionado casual” y están diseñadas literalmente para espectadores que no están realmente viendo, y las listas de reproducción de Spotify están llenas de música genérica de archivo de artistas falsos, para proporcionar música de fondo, ambientes 'Chill Out' o 'Party', para oyentes que no están realmente escuchando. En resumen, el Internet moderno no te convierte necesariamente en un idiota, pero sin duda te prepara para actuar como tal.
Sophie McBain, ¿Estamos viviendo en una era dorada de la estupidez?, eldiario.es 25/10/2025

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