Pèrdua contra economia.
| Antonio Garamendi |
Al presidente de la CEOE se le hace “una ocurrencia” que un trabajador al que se le ha muerto un padre o un hijo tenga dos semanas de baja para procesarlo. Y se preguntaba, socarrón e irónico, si la ministra de Trabajo habría calculado el coste económico de que los patronos tengan que dejar a sus trabajadores llorar a sus muertos tranquilos.
Es curioso que al presidente de la CEOE, que es católico, parezca apelarle más lo profano que lo sagrado en lo que se refiere al misterio que enfrenta quien padece la pérdida de un ser amado. Justo al contrario que a mi abuelo, que está transitando su duelo y sus últimos años con una sensibilidad —tanto por lo tangible como por lo intangible— nunca antes vista en él.
El mismo día que Garamendi se burlaba de la propuesta de Yolanda Díaz de que los padres que pierden a sus hijos o los hijos que pierden a sus padres puedan tener más de dos días de descanso y consuelo, el Papa publicaba su primera exhortación apostólica, Dilexi te. Está dedicada a los pobres y en ella nos recuerda a los católicos algunas cosas escandalosas, como que “la propiedad privada tiene (...) una índole social, cuyo fundamento es el destino común de los bienes”. O como la parábola del buen samaritano, que nos invita a mirar el dolor del otro y a no pasar de largo. Y nos dice que quien contenta a Dios es el hereje que se hace cargo del sufrimiento ajeno, no el sacerdote o el levita que miran para otro lado.
Ana Iris Simón, Garamendi, lo sagrado y lo profano, El País 11/10/2025
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