Peter Thiel: L'Anticrist i la fi dels temps.
Desde 1750 hasta principios del siglo XX, la tecnología avanzó a un ritmo vertiginoso. En el siglo XX, la esperanza de vida se duplicó. Encontramos la forma de desplazarnos más rápido: las máquinas de vapor dieron lugar a los automóviles y los aviones a reacción. En el siglo XXI, el término «tecnología» solo se refiere a la tecnología de la información; los avances en todos los demás campos se han detenido.
El mundo parece estar llegando a un punto muerto. Estamos llenando el barril de las Danaides: trabajamos más duro, vamos más rápido y, sin embargo, nada cambia. Los salarios se estancan, la salud no mejora y el optimismo se desvanece. En 1971, Nixon declaró la «guerra al cáncer», prometiendo la victoria para el bicentenario de la Independencia estadounidense en 1976. Hoy en día, ningún presidente se atrevería a declarar una guerra similar al Alzheimer.
La ciencia prometía en el pasado un alargamiento radical de la esperanza de vida; hoy en día, lo más parecido a dominar la muerte es la eutanasia legalizada.
El proyecto científico de Bacon culminó en Los Álamos con el desarrollo de la bomba atómica. La tecnología en sí misma se volvió apocalíptica. En 1945 (sic), el Comité Nacional de Información Atómica publicó One World or None, dando inicio a una época de películas bélicas apocalípticas. Casualmente, también fue en esa época cuando la Iglesia católica dejó de pronunciar sermones apocalípticos. La humanidad se enfrentaba entonces a un nuevo problema de doble uso: la física que podía alimentar la civilización también podía acabar con ella.
Desde entonces, los temores apocalípticos profanos se han multiplicado: armas biológicas, guerra nuclear, inteligencia artificial o colapso de la fertilidad.
Para completar esta lista, habría que añadir el riesgo del Anticristo bíblico, que se manifestaría en forma de un gobierno mundial único. Aquí, lo profano corresponde perfectamente con lo teológico: por un lado, el «Estado mundial único» del Anticristo y, por otro, la destrucción del mundo durante el Armagedón.
Si nos dirigimos hacia la guerra o el Armagedón, ¿es descabellado temer la llegada de un Anticristo que prometa paz y seguridad? Las dos grandes novelas sobre el Anticristo escritas a principios del siglo XX son Tres conversaciones sobre la guerra, la moral y la religión, de Vladimir Soloviev, y El señor de la tierra, de Robert Hugh Benson; ambas profetizaban su llegada al frente de un gobierno mundial. Sin embargo, estos dos libros presentan una falla en la trama: ¿cómo toma el poder el Anticristo?
En nuestra modernidad tardía, por fin podemos dar la respuesta: es porque hablamos constantemente del Armagedón (o, en términos seculares, del riesgo existencial) que logra sus fines. Se aprovecha de la ola de angustia apocalíptica.
La razón nos dice que debemos preocuparnos por los riesgos existenciales. Solo ofrece dos opciones: «un mundo o ninguno». Por supuesto, la primera opción parece la más racional.
Sin embargo, la revelación cristiana cambia la elección: «el Anticristo o el Armagedón». La respuesta es entonces: «ni uno ni otro». Debemos encontrar una tercera vía.
La filosofía nos lleva a la locura. La teología insiste en una tercera vía. La historia no es un camino trazado.
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