El nihilisme no és cap dilema existencial, és una oportunitat especulativa (Ray Brassier)



El término "nihilismo" suena un tanto gastado. Se ha escrito demasiado sobre el tema y cualquier carácter apremiante que pudo haber transmitido en tiempos se ha desvanecido por el uso abusivo que se ha hecho de él. El resultado es un vocablo contaminado por un exceso de tediosa familiaridad y nebulosa indeterminación. No obstante, pocos otros temas del debate filosófico tienen la capacidad de captar de forma tan inmediata la atención del público con escaso o nulo interés por los problemas de la filosofía como ese aserto del nihilismo que, en su formación más simplista, viene a decir que la vida carece de valor. La decisión de llevar a cabo la presente obra se vio espoleada por el convencimiento de que esta afirmación, en apariencia banal, contenía en realidad unas profundidades ocultas que los filósofos aún no habían sondeado, pese a la plétora de libros y artículos eruditos que se han escrito sobre el tema. Aunque el nihilismo ha dado lugar a una literatura cuya amplitud impresiona y en la que se incluyen varias obras de gran calado, de las que he extraído numerosas enseñanzas, la razón fundamental por la que he escrito este libro es la convicción de que había un aspecto de gran relevancia filosófica del que aún no se había hablado y que permanecía sepultado bajo las disquisiciones eruditas acerca de los orígenes históricos, las ramificaciones contemporáneas y las implicaciones a largo plazo del nihilismo. (...) 

En primer lugar, y ante todo, no se trata al nihilismo como una enfermedad que requiera un diagnóstico y la recomendación de un antídoto. Pero tampoco se ensalza el pathos de la finitud como una suerte de baluarte frente a la arrogancia metafísica (Crithley, 1997), ni se celebra la indeterminación como una bienvenida liberación del opresivo universalismo del racionalismo ilustrado (Vattimo 1991 & 2004). Tampoco se pretende reafirmar la autoridad de la razón frente al escepticismo y el irracionalismo, ya sea defendiendo a Platón de los estragos provocados por el existencialismo heideggeriano (Rosen 2000) o al hegelianismo de los golpes y las flechas del posestructuralismo francés (Rose 1984). Por último, no intenta ofrecer una genealogía conceptual del nihilismo (Cunningham 2002), una prehistoria crítica de su problemática (Gillespie 1996), ni una perspectiva sinóptica de sus diversas ramificaciones en la filosofía y la literatura de los siglos diecinueve y veinte (Souche-Dagues 1996).

Dos son las premisas básicas en las que se sustenta este libro. En primer lugar, la idea de que el desencantamiento del mundo, entendido como una consecuencia del proceso por medio del cual la Ilustración hizo añicos "la gran cadena del ser" y desfiguró el "libro del mundo", es una consecuencia ineludible de la deslumbrante potencia de la razón y, por ello mismo, representa un estimulante vector para el descubrimiento intelectual en lugar de un empobrecimiento catastrófico. (...) El desencantamiento del mundo merece ser celebrado como un triunfo de la madurez intelectual, no lamentado como un empobrecimiento debilitante. La segunda premisa básica de este libro es que, contrariamente a lo que Jacobi y tantos filósofos desde entonces han señalado, el nihilismo no es una exacerbación patológica del subjetivismo que lleva a la anulación del mundo y a reducir la realidad a un correlato del ego absoluto, sino, más bien, el corolario inevitable de la convicción realista de que existe una realidad independiente de la mente que, pese a las presunciones del narcisismo humano, se muestra indiferente a nuestra existencia y ajena a los "valores" y "significados" con los que la revestimos para que nos resulte más acogedora. La naturaleza no es nuestro "hogar" ni el de ninguna otra criatura, y ni siquiera puede decirse que sea una progenitora especialmente bondadosa. Los filósofos harían bien en desistir de seguir pronunciando mandatos sobre la necesidad de restablecer la significatividad de la existencia, el sentido de la vida o la concordia rota entre el ser humano y la naturaleza. La filosofía debería ser algo más que un simple bálsamo para aliviar el patético dolor de una autoestima humana herida. El nihilismo no es un dilema existencial sino una oportunidad especulativa. El pensamiento tiene intereses que no coinciden con los de la vida; de hecho, pueden, y así ha ocurrido a menudo, contraponerse a los de esta. (15-17)

Ray Brassier, Nihil Desencadenado. Ilustración y extinción, Segovia, Materia Oscura Editorial 2017



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