Tecnocesarisme, l'imperi en l'ombra (Giuliano da Empoli).






El tecnocesarismo es un fenómeno estructural, un gran impulso para un cambio de régimen. Lo interesante es que une a dos categorías distintas. Por un lado, están los líderes populistas nacionales como Donald TrumpNayib Bukele, figuras que parecen premodernas. Para entenderlos no sirve la ciencia política de las últimas décadas, sino los clásicos romanos como Tácito o Suetonio. Representan una cara antigua del poder: fuerza bruta, agresión y valores tradicionales. Lo novedoso es que su ascenso es posible gracias a una nueva arena, el espacio digital, y a sus actores: los señores de la tecnología. Ellos, en cambio, son posmodernos, incluso poshumanos.

Ambos grupos tienen una convergencia natural: quieren acabar con las viejas élites y no someterse a ninguna regla que los limite. Son insurgentes que buscan «ir rápido y romper cosas», como rezaba el primer lema de Facebook. Ahora es más obvio que antes, como vemos con Elon Musk participando en reuniones de extrema derecha. Lo que tienen en común es su odio al sistema, a la democracia liberal y sus límites, a las élites políticas, a los medios tradicionales y a las viejas formas de autoridad. Por eso existe una gran convergencia entre esta élite premoderna y la posmoderna.

Solo necesitan coincidir en que su momento ha llegado y en que quieren acabar con el sistema actual. Y en eso están de acuerdo. La síntesis posterior es difícil, pero alguien como el vicepresidente J.D. Vance podría ser la encarnación de esa fusión: proviene de un entorno obrero y humilde del Medio Oeste y, al mismo tiempo, es un hombre de la industria tecnológica. 

Lo que está sucediendo ahora es un proceso a largo plazo: la cotidianidad de nuestras vidas se está trasladando progresivamente a la esfera digital. Se ha convertido en la interfaz global con la que nos relacionamos con el mundo, con los demás e incluso con nosotros mismos. El problema es que nuestra vida pública abandona así un entorno regulado y democrático para entrar en un espacio sin reglas. Por eso lo llamo una «Somalia digital»: es como un estado fallido donde solo los señores de la guerra imponen la ley en función de su poder. La IA es simplemente una aceleración de este proceso, lo hace todo más potente. Por tanto, un «invierno» o una desaceleración en su desarrollo sería algo natural dentro del ciclo tecnológico, pero no alteraría esta tendencia de fondo.

La herramienta de líderes como Trump, en cambio, es lo que yo llamo el milagro político. Su argumento se dirige a la gente que cree que el sistema está bloqueado y que nada cambia, votes a quien votes. En teología, un milagro es Dios eludiendo las leyes de la naturaleza para producir un resultado. El milagro político es el líder rompiendo las reglas para, supuestamente, obtener resultados: imponer aranceles para recuperar la industria, deportar inmigrantes, etc. Es un argumento muy poderoso, amplificado por el entorno digital, y la reacción en su contra, por ahora, es políticamente muy débil.

La idea, consciente o inconsciente, pasa por cambiar la forma en que se gobiernan nuestras sociedades, obviar los controles y equilibrios de la democracia liberal y avanzar hacia, digamos, una democracia iliberal. Y posiblemente incluso algo que ya no sea una democracia en el futuro.

...hay que recordar lo que decía Keynes: lo que sucede no es lo inevitable, sino lo imprevisto. La política es volátil y, por tanto, es absolutamente posible ganar, especialmente frente a alguien como Trump. A pesar de ser un animal de poder al que no hay que subestimar, tiene fragilidades evidentes: es corrupto, genera contratiempos constantes y obtuvo malos resultados con una economía fuerte. No es invencible. Pero para ganarle hay que «hacer política». El problema, que también afecta a los políticos europeos, es esa cultura del «partido de los abogados» que cree que se gana con diapositivas de PowerPoint o invocando a los jueces. No se gana así: hay que abordar los problemas reales de la gente y ser político, algo que no veo mucho por ahora. Finalmente, y esto es clave sobre todo para los europeos, necesitamos regular la esfera digital. Debemos imponer las reglas de nuestra democracia a ese espacio para que deje de ser una «Somalia digital» y se convierta en una arena que también nos pueda unir, no solo polarizar. Es técnicamente factible; solo se necesita la fuerza política para llevarlo a cabo.

Daniel Arjona, entrevista a Giuliano Da Empoli: "Los populistas como Trump y los magnates como Musk comparten su odio al sistema ...", elmundo.es 01/10/2025

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