Destí i determinisme.


Quienes creen en el destino suelen imaginarlo como una fuerza superior, por lo general un dios, que establece un plan para cada individuo. Esta idea implica que todo lo que nos sucede lo hace por una razón en aras a un propósito mayor, y es una idea muy arraigada en la cultura popular y en las distintas religiones. Cuando alguien te dice que nada pasa porque sí, está expresando la creencia de que incluso los eventos más dolorosos o caóticos tienen un propósito oculto o están guiados por una inteligencia superior. Así, desde esta perspectiva, nuestra vidas no serían un cúmulo de casualidades, sino un camino ya escrito. (53)

Ahora bien, la idea de destino no es del todo incompatible con la imagen científica del mundo. Para apreciar mejor este punto, demos por buena la idea de que no existen dioses ni fuerzas sobrenaturales capaces de dictar nuestras vidas mediante actos de voluntad consciente. Aún así, cabe la posibilidad de que el mundo físico esté determinado por completo. Esto quiere decir que, desde el mismo Big Bang, todos los eventos que han ocurrido en la historia del universo, todos sin excepción, desde la formación de las galaxias hasta la lluvia que cayó ayer o el café que te has tomado esta mañana, han seguido una cadena inevitable de causas y efectos regida solo por las leyes naturales. Este escenario, todo, incluso los más pequeños detalles, está predefinido, sin que nadie, ni siquiera los humanos, puedan influir en el proceso, como si el curso de la historia estuviera ya determinado desde el origen mismo del universo. 

Esta idea, conocida en filosofía como determinismo causal, ofrece una manera distinta de entender el destino. A diferencia de la concepción religiosa o popular, en que una fuerza superior diese un plan con un propósito específico para cada persona, el determinismo causal plantea que lo que llamamos destino no es más que el resultado inevitable del funcionamiento del universo según leyes físicas inmutables. Bajo esta concepción, no hay intenciones ocultas, propósitos desconocidos ni motivos trascendentales detrás de los eventos: solo siguen la lógica implacable de la causa y el efecto. 

Entendido de este modo, el destino puede resultar profundamente inquietante, pues sugiere que todas nuestras acciones están fijadas de antemano por una cadena de causas pasadas, sin que respondan a una intención ni propósito, sino que ocurren porque así lo dictan las leyes del universo. Mientras que en la concepción religiosa del destino seríamos marionetas manejadas con un propósito divino, en esta concepción más cercana a la ciencia seríamos marionetas sin titiritero, movidas por el flujo impersonal de la causalidad, como piedras arrestadas por la corriente. (55-56)

Fernando Broncano-BerrocalLa filosofía de la suerteBarcelonaPlataforma Editorial 2025

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

El derecho a mentir

Què faria Martha Nussbaum davant una plaga de porcs senglars?