L'ordre natural de les coses.
Del célebre libro de Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido, saqué dos moralejas, una buena y una mala. La buena es que el ser humano tiene una capacidad de adaptación tan grande que puede sobrevivir, y ser feliz, incluso en el entorno más hostil posible, incluso en Auschwitz. Desde luego es un mensaje reconfortante. Pero la mala también es esa: el hombre puede adaptarse a cualquier situación y terminar por verla como normal, incluso en Auschwitz. Por eso, en la vida hay que tener mucho cuidado con qué aceptamos y qué terminamos por considerar normal. La normalización conlleva insensibilización, es decir, normalizar algo puede convertirte, sin que te des cuenta, en un monstruo. Y luego se puede dar un paso más: de normalizar a naturalizar, a ver como natural. Eso es lo que se creía en la Edad Media sobre el orden estamental: el noble es superior al plebeyo por naturaleza, porque Dios así ha dispuesto el mundo (Ya si consigues que el orden natural esté justificado por la divinidad llegas al top de la perversión). Mucho cuidado con la triada: normalizar-naturalizar-divinizar.
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