Fake News i context tecnològic.





 ...  en todas las sociedades humanas, en toda época y contexto, ha existido siempre una necesidad de gestionar la información, y también hay siempre alguien con la necesidad de esparcir una mentira para favorecer sus intereses. Lo que ha cambiado ahora es que el actual contexto tecnológico y comunicativo agrega unas características específicas a estos bulos. Por un lado se encuentra la capacidad de amplificación que tienen las redes sociales y los medios de comunicación, que permiten alcanzar a una enorme cantidad de personas. Por otra parte, si pensamos en cómo eran las cosas hace treinta años, el sistema estaba sobre todo monopolizado por los medios de comunicación tradicionales o de masas. Hoy en día esto ya no es así, es decir, hay una multiplicación de voces, hay una multiplicación de espacios, de lugares donde las personas podemos acudir, y esto lo digo entre comillas, a encontrar información.

Se llegó a hablar de que podía haber hasta mil personas fallecidas en Bonaire, enterradas bajo el agua del párking. Con estas informaciones falsas se quería transmitir un sensación de descontrol, de desamparo, de desastre, de que nada ni nadie funciona, una reacción visceral que iba mucho más allá de la crítica legítima, absolutamente razonable, al trabajo que hicieron las administraciones en todos sus niveles. Y con ello se transmite la idea de que todas las respuestas que se dieron a la catástrofe fueron equiparables al mismo nivel de ineficiencia. Los bulos apuntan directamente a las entrañas de la gente, no hay ninguna voluntad explicativa en ellos. 

Lo que se busca es socavar el prestigio y la credibilidad de las instituciones que, en principio, son las que articulan una sociedad democrática, comenzando por la propia política. Es decir, si no nos creemos a los políticos, si no nos creemos a la justicia, si no nos creemos esa función que tienen los representantes públicos, al final todo es un desastre, todo es un problema y ahí es cuando aparece un espacio para deslizar discursos políticos de tintes totalitarios, de dictadura. 

Lo que se consigue con esto es predisponer a la gente a aceptar formas de gobierno mucho más autoritarias de las que puede haber en una sociedad democrática. Se instala la idea de que nada funciona y necesitamos un líder, una mano dura que venga a poner orden entre tantos desmanes.

Y es que, un bulo pensado para apelar directamente a las emociones, lo que hace es romper la capacidad analítica de cualquier persona, con independencia del espectro ideológico en el que se ubique. Esa sería una de las características del diagonalismo, la transversalidad ideológica.

Personalmente no estoy nada esperanzado, tiendo a ser muy catastrofista con este tipo de cuestiones porque la solución es extraordinariamente compleja. En el libro proponíamos actuar sobre tres esferas de influencia diferentes para poder dibujar un futuro algo más optimista. 

En primer lugar, nosotros mismos, la ciudadanía y nuestros hábitos informativos. Por ejemplo, la mayoría tenemos intuiciones muy vagas sobre cómo quedan expuestos nuestros datos privados al abrir una cuenta en una red social. Toda esa actividad compulsiva que tenemos en las redes va generando una especie de rastro de datos que son captados, filtrados y posteriormente empleados para realizar acciones comerciales, para vendernos cosas. La gente tampoco suele ser muy consciente de que mucho del contenido al que se accede en las redes sociales está algorítmicamente diseñado para que refuerce sus prejuicios ideológicos, cualesquiera que estos sean. Sería necesario implementar acciones de alfabetización mediática muy profundas, no solo en la educación reglada, sino en todos los niveles de la sociedad.

La segunda cuestión tiene que ver con quién detenta la propiedad de esos espacios de comunicación donde hacemos esta vida de consumo informativo casi inconsciente. El número de empresas que controlan el ecosistema mediático y los flujos de información es muy escaso. Lo cierto es que la mayoría de la gente en internet está repartida entre Instagram, Facebook, Twitter, TikTok y poco más. Creo que habría que introducir una legislación mucho más estricta que regulara su funcionamiento. Por ejemplo, necesitamos que las redes sociales sean mucho más transparentes en lo que respecta a los bots, a los perfiles falsos y a los discursos de odio que circulan. 

En tercer lugar, es importante entender que existe una competencia muy fuerte por captar nuestra atención, tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación. Y esto ha llevado a que en el ámbito periodístico profesional se utilicen estrategias muy cuestionables para captar esa atención. El periodismo ha perdido su voluntad de informar para poder captar clics. 

Ariadna T., entrevista a Germán Llorca Abad: "Los bulos buscan predisponer a la gente a aceptar formas de gobierno más autoritarias", ctxt 05/09/2025

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